miércoles, 31 de agosto de 2011

inberbes de ayer estupidos de hoy

ota I: Subversivos y “subversivos”



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Jamás imaginé que, salvo para escribir un libro de historia, algún día necesitaría desempolvar y consultar mi abultado archivo sobre los años de plomo que van de 1973 a 1976. De esa época fui, no sólo testigo, sino también protagonista. Me tocó en suerte ser diputado nacional y estrecho colaborador de sus tres presidentes: Cámpora, Perón e Isabel. Y luego debí asumir la defensa jurídica de la señora del General, única sobreviviente de esa tríada de víctimas del terrorismo de “izquierda” y de “derecha”.

Los tres fueron presidentes constitucionales legítimamente plebiscitados por el pueblo argentino el 11-03-73 y el 23-09-73 respectivamente, y los tres debieron soportar el brutal y permanente asedio e intento de desestabilización por parte del terrorismo de “izquierda” y de “derecha", que usaban distintos pretextos pero perseguían idéntico objetivo: derrocar al gobierno constitucional para enfrentarse “a cara de perro” y en forma directa, con los fierros en la mano, sin terceros “molestos”, e imponer por la violencia su muy particular ideología... o sus intereses inconfesables.

Los de la “izquierda” juraban que usaban las armas contra Perón e Isabel para defender al pueblo, pero ese gobierno había sido recientemente elegido por el 63% de los votos populares.

Los de la “derecha” proclamaban que lo hacían para salvar al pueblo de la tiranía del “trapo rojo”, pero en el gobierno no estaban los “rojos”, sino los auténticos y legítimos representantes de ese mismo pueblo.

Los de la “izquierda” atacaban a balazos a sus oponentes, y creaban así el clima de terror que necesitaban los de la ”derecha” para justificar tramposamente el golpe que ya preparaban en la sombras (luego lo harían a la luz del día y con todo desparpajo).

Los “compañeros de ruta” de la “izquierda”, que actuaban en la superficie, algunos como senadores nacionales y muchos como diputados nacionales (los 34 del llamado “grupo de trabajo”) boicoteaban al gobierno constitucional y le negaban a la Cámara el quórum indispensable para funcionar, creando asi la creencia de que había “vacío de poder”… Justo lo que necesitaban los de la “derecha” para dar su golpe del 24-3-76.

Y los de “derecha” echaban leña al fuego a través de la Triple A, cuyo mando era visiblemente militar, como lo veremos luego.

Cuando los de “derecha” produjeron su cuartelazo, cargaron todas las culpas sobre el gobierno constitucional para justificar la matanza vengativa de los de “izquierda” y de miles de otros argentinos que nada tenían que ver en esa pelea feroz entre dos grupos terroristas. Por eso mantuvieron en prisión prepotente (farisaicamente disfrazada de sentencia judicial) a la ex presidente Isabel, a quien, en el Mesidor, llegaron a rapar “a la papa”, porque “había muchos piojos en la residencia neuquina” (textual). Y, no conforme con ello, inventaron el rumor infame de que "Isabel había quedado embarazada porque mantenía un amorío con el capitán de su propia guardia militar". El pobre hombre, un peronista al fin y al cabo, había cometido “el delito” de solicitar a Isabel que se sacara una foto junto a él. Isabel accedió a la foto, lo cual le costó al capitán la inmediata y deshonrosa destitución de su cargo, y el retiro obligado. A Isabel le costó el rumor infame de los militares sobre su fantasmal embarazo. El relato detallado de esta incalificable calumnia me fue hecho por la propia Isabel alrededor de 1987. El rumor del embarazo corrió por todo el país. En 1977, el ex ministro de Educación Pedro Arrighi, el ex de Economía Emilio Mondelli y yo pedimos audiencia con el cardenal primado Mons. Aramburu para rogarle, como católicos, que la Iglesia intercediera por la libertad de la ex presidente constitucional. Mons. Aramburu estaba “muy ocupado”. En su lugar nos recibió un obispo auxiliar, de cuyo nombre no quiero acordarme, quien, al escuchar nuestro ruego, nos respondió que la Iglesia no podía interceder “por una mujer que había quedado embarazada del capitán de su guardia”… Lo difundo con mucho dolor, porque soy creyente y practicante católico, pero es indispensable hacerlo para que se comprenda hasta dónde había llegado el odio de ciertos sectores de poder hacia Isabel y su gobierno, y hasta dónde la ex presidente debió sufrir ese odio atroz e insondable. Si un obispo de la Iglesia llegó a sumarse a esa deleznable calumnia (pecado gravísimo, si los hay) y a ese implacable rencor contra la viuda del conductor del peronismo (me refiero al peronismo auténtico y decente, al de antes), no puede extrañarnos que hoy haga lo mismo un equipo de gobierno que se ha olvidado de dónde salieron los votos en 2003 y que ahora se mantiene gracias a una descomunal Banelco alimentada con fondos públicos.

Lo cierto es que este gobierno, donde figuran en cargos prominentes varios terroristas de la “izquierda” setentista (que, insisto, creó conscientemente el clima indispensable para que la “derecha” diera su golpe del 24-03-76) acaba de abrir la Caja de Pandora y ha convocado a los espíritus. Ahora veremos si sabe manejarlos. Nosotros nos encargaremos de averiguarlo. Es nuestro deber.

Para completar el relato sobre la forma en que los terroristas de Estado maltrataron a Isabel, digamos que, estando presa en su propia quinta de San Vicente (1980/81), la ex presidente contrajo una úlcera gastroduodenal hemorrágica. Los militares, por rencor o por miedo a que se supiera que la estaban torturando moralmente al punto de producirle dicha herida típica del sufrimiento y del "stress", se negaban a internarla en un centro médico adecuado para tratar esa grave enfermedad. A través de una fuente amiga (y compañera), cuya identidad no difundo por no tener su autorización expresa, Isabel me envió un mensaje personal pidiéndome urgente ayuda. Se me ocurrió entrevistar al jefe de redacción de la Agencia DyN y proponerle un trato delicado: ellos publicarían la noticia, y yo me haría responsable públicamente de su autenticidad. Así le evitaría a DyN algunos "dolores de cabeza" frente al gobierno de la dictadura. El jefe de redacción aceptó y publicó la noticia junto con mi respaldo personal a su veracidad. De esa manera se supo que Isabel estaba gravemente enferma, y el gobierno militar no tuvo más remedio que internarla en un sanatorio de Buenos Aires y, recién ahí, hacerla tratar como a un ser humano.



Subversión y “subversión”

Es indispensable distinguir entre el accionar de grupos armados que luchan por restituir el imperio de la Constitución frente a un gobierno usurpador del poder, de facto, o militar, es decir subversivo, que subyuga al pueblo, y la guerrilla subversiva que otros o los mismos grupos ejercen contra un gobierno constitucional legítimamente elegido por el pueblo.

En el primer caso, y salvo acciones aberrantes (asesinato intencionado de civiles inocentes, colocación de bombas para matar indiscriminadamente, sevicia o crueldad extrema, etc.), la acción armada contra los dictadores golpistas es justa y legítima, porque en esos casos los verdaderos subversivos o usurpadores son los gobernantes. Tal fue la situación de quienes lucharon con las armas (y sin caer en esos extremos aberrantes mencionados) durante los tres períodos tiránicos habidos desde el 16 de setiembre de 1955 hasta hoy. Al respecto, y para quienes se interesen por el fondo moral y filosófico del tema y no caigan en el sectarismo de negarse a leer a determinados pensadores sólo por ser “viejos” o "dogmáticos", Santo Tomás de Aquino lo tiene amplia y exhaustivamente estudiado.

Pero, bajo gobiernos constitucionales como fueron los de Cámpora, Perón e Isabel, nada justifica la violencia armada ejercida por los particulares, sean de “derecha” o de “izquierda”. Insisto, ambas violencias, la de “izquierda” y la de “derecha” son, en esas circunstancias, vulgares y crueles actos de terrorismo, que deben ser combatidos con la ley en la mano y con toda decisión y rigor. El gobernante que no procediera de esa forma, estaría incurriendo al menos en el delito de incumplimiento de sus deberes de funcionario público.

El accionar de esas bandas terroristas está sancionado muy severamente por la Constitución Nacional (art. 22: “Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete el delito de sedición”) y por el Código Penal (el art. 226 pena con hasta 25 años de prisión el delito de rebelión, que se agrava cuando es cometido por personal militar).

Convengamos, pues, en que Perón e Isabel, no sólo podían combatir legalmente la subversión durante su gobierno, sino que tenían la obligación legal de hacerlo, y de hacerlo con eficacia




Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota II:

La subversión durante el

gobierno constitucional

Primera parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Durante nuestro gobierno (25-05-73 a 14-03-76) actuaron varias grupos armados que, recordemos, por ser el nuestro un gobierno constitucional, sólo merecen el calificativo de bandas subversivas terroristas. Las cuatro principales fueron:

1.- Montoneros, que desde setiembre de 1973 agrupó a los primigenios “montos” y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias-FAR. Al unificarse estas dos bandas, en setiembre de 1973, adoptaron una conducción conjunta: Mario Firmenich (antiguo montonero) y Roberto Quieto (por las FAR).

2.- Fuerzas Armadas Peronistas-FAP, cuyos jefes eran los Dres. Eduardo Luis Duhalde (actual secretario de Derechos Humanos de la Nación) y Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional brutalmente asesinado por la Triple A en 1974.

3.-Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP, comandado por Roberto Santucho, muerto en un enfrentamiento con la dictadura militar.

4.- La llamada Triple A, cuyos jefes y principales responsables eran visiblemente oficiales de las Fuerzas Armadas, como veremos, y que contaban en sus filas como “soldados” a algunos oficiales de la Policía Federal. La Triple A, según todos los indicios, gozaba de la cobertura política de López Rega hasta julio de 1975. Luego continuó su tarea terrorista sin cobertura política y, al parecer, bajo el mando directo del comandante en jefe del Ejército, Gral. Jorge Videla, según la prueba irrefutable y definitoria del capitán Segura, que veremos más adelante.

5.- Con el tiempo se sumó una quinta banda, la de las Fuerzas Armadas que, luego de traicionar su sagrado deber de defender a la Nación, a su pueblo y a su Constitución, y perpetrar el golpe de Estado del 24-03-76, cayeron en el peor de los terrorismos, el terrorismo de Estado (el verdadero demonio). Ya el diario La Nación, apenas Cámpora asumió la presidencia en 1973, previno muy sugestivamente en una editorial: La Fuerzas Armadas son hoy un león que vuelve a la cueva a lamer sus heridas. Debimos prestarle más atención a esa editorial, porque en aquella época y en cuestiones de cuartelazos contra gobiernos peronistas, el diario La Nación siempre tenía información directa y privilegiada…

Al margen de ello, y siendo ese golpe el principal y primer enorme crimen de los jefes de las Fuerzas Armadas, el que abrió las puertas al posterior terrorismo de Estado, ¿por qué nunca nadie quiso investigarlo y condenarlo judicialmente como exige la Constitución Nacional y el Código Penal, según ya demostré en mi nota anterior? Quien desee averiguarlo, sólo deberá leer los diarios de la época: salvo un puñado de peronistas y algunos aliados que nos jugamos por la estabilidad y el respeto al gobierno constitucional de Isabel (sin desconocer algunos, muchos si se prefiere, errores políticos de ese gobierno), el resto de la dirigencia argentina (de todo tipo: político, periodístico, empresarial y unos pocos sindicalistas) ayudó a preparar el golpe, lo alentó, lo fomentó, y lo recibió con alborozo y aplausos.

¿Quién podía promover un juicio penal para castigar debidamente a los autores de dicho golpe criminal? Esos sectores nombrados que lo prohijaron, seguramente no, porque tenían cola de paja. Balbín había recibido alborozado a los dictadores con un insólito “Videla es un general democrático”. Tampoco. Alfonsín, compañero de liceo militar del Gral. Albano Arguindeguy (ministro del Interior de Videla), había logrado que 51 partidos de la provincia de Buenos Aires fueran entregados por la dictadura militar a intendentes radicales. Menos. El Partido Comunista, ni pensarlo: la Unión Soviética firmó un acuerdo amplio con la dictadura, que le permitió a los rusos sortear el embargo de cereales de EEUU, y a los comunistas vernáculos tener mullidos sillones oficiales y buenos sueldos que les permitieron pasar la dictadura militar con toda comodidad y custodiados por expertos.

El resto de los partidos tradicionales logró “sopar” algunas embajadas y otras canongías: ¿cómo pensar en hacerle juicio a los golpistas?

Pero nosotros, los que habíamos defendido al gobierno constitucional hasta las últimas consecuencias, es decir los únicos que teníamos autoridad moral y las manos limpias para enjuiciar a los responsables del golpe del 24-03-76, sí lo pudimos hacer y no lo hicimos. ¿Falta nuestra? ¿Exceso de generosidad para con el enemigo? (En este caso no era un simple adversario político). ¿Deseos de no echar más leña al fuego? Quizás un poco de cada motivo. De todos modos, y ésta es una constante en la historia argentina (y en la universal también), el pueblo jamás toma venganza de sus enemigos y perseguidores; las elites, sí; y mientras más privilegiadas e ilegítimas son, con más saña lo hacen.



Ideología de cada banda subversiva

Digamos, como introducción a este punto, que Perón regresó a su patria en 1972 con un proyecto muy claro y manifiesto, que yo tuve el raro y casual privilegio de conocer el 29 de noviembre de 1972, cuando asistí a una entrevista privada con el General en su casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. En esa oportunidad Perón expuso, durante más de una hora y ante mi pedido expreso, su proyecto nacional, la obsesión que lo traía a la Argentina, y que podemos resumir como sigue:

- Lograr rápidamente restaurar la paz y la concordia entre los argentinos.

- Unir a la mayor cantidad de compatriotas alrededor de un nuevo Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Los grandes lineamientos de ese Modelo fueron enunciados por el General el 1º de mayo de 1974 ante la Asamblea Legislativa. Era su pensamiento de siempre, con las actualizaciones instrumentales del caso. Quien desee conocerlo en detalle, puede consultar el Nº 3 de la revista “PERONISTAS para el debate nacional”, que dirige el Prof. Horacio Ghilini, secretario general de SADOP-Sindicato de Docentes Privados.

- Para llegar a ese Modelo y a ese Proyecto, era indispensable comenzar el gobierno constitucional con un auténtico pacto social, que Cámpora impulsó, y la CGT (Rucci) y la CGE (Broner en reemplazo de Gelbard, que era ya ministro de Economía) firmaron en los primeros días de julio de 1973. Ese pacto social, piedra angular de un renovado proyecto de Comunidad Organizada, tuvo su correlato político en el FREJULI, sigla bajo la cual Perón reunió a una decena de partidos afines para afrontar las elecciones de ese año (en marzo y en setiembre).

Frente a un proyecto tan claro de tipo nacional y popular, los grupos subversivos de “izquierda” (todos) respondieron con una contrapropuesta conceptual y metodológicamente marxista: la lucha de clases como etapa ineludible, dado el determinismo con que, según ellos, la historia “obedece” los designios del materialismo histórico dialéctico (el dogma central de la filosofía marxista), y la violencia como única “partera de la historia” (también dogma predilecto de Marx). El infantilismo reinante entre esos grupos subversivos, les hizo agregar una tercera disidencia con el peronismo de siempre: Perón debía conducir “la revolución” y el Movimiento, pero junto con ellos y controlados por ellos, porque Perón no era revolucionario ni socialista y ellos sí, y serían sus herederos por “derecho natural” porque el pueblo eran ellos..., los grupos subversivos.

Los comandos militares de la Triple A, en cambio, respondían sin excepción a la interesada ideología o doctrina de la “seguridad nacional” (de EEUU, ¡claro está!) y de la guerra revolucionaria (la del comunismo) y la contrarrevolucionaria (la del “eje del bien”… que, con otro nombre, existe desde que los EEUU recibieron de su dios tribal el “destino manifiesto” de luchar contra el “eje del mal”…). Casi sin excepción, los altos mandos militares de esa época habían pasado por la Escuela Militar de las Américas (Comando Sur del Ejército de EEUU) con asiento en la zona invadida por los norteamericanos a la vera del Canal de Panamá, y cuyo objetivo era transmitir a los militares latinoamericanos la necesidad de la guerra contrarrevolucionaria contra los soviéticos (competidores de EEUU y, por lo tanto, “enemigos de la Humanidad”…).

Las pruebas de la ideología de todas las bandas terroristas, actuantes entre el 25-05-73 y el 24-03-76, serán expuestas en la próxima nota.


Mensaje político Nº 253
27-01-07


Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota III:

La subversión durante el

gobierno constitucional

Segunda parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



La ideología de las bandas subversivas terroristas de “izquierda” que asolaron el país durante nuestro gobierno constitucional de 1973 a 1976 (Cámpora, Perón, Isabel), tal como anticipé, se asentó en tres postulados básicos: dos de ellos fueron de neta raigambre marxista (su filosofía de la historia, o si se prefiere su método de análisis de la historia, basado en el dogma del materialismo histórico dialéctico y en la lucha de clases, y su opción sistemática por la violencia como “partera de la historia”). Estos dos postulados se notaron desde el principio y con mayor claridad en el caso del Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP (trotskista), mientras que Montoneros nació en buena medida “católica y nacionalista”, y con el tiempo fue virando hacia posiciones ideológicas marxistas, hasta llegar a su clímax al unirse con las Fuerzas Armadas Revolucionarias-FAR en setiembre de 1973.

El tercer postulado fue propio de Montoneros, y debemos atribuirlo a la petulancia e ingenuidad de sus dirigentes, que entonces eran unos imberbes (hoy, ya no) estúpidos (hoy…). Según ese tercer postulado, el General debía compartir la conducción del Movimiento con ellos…, porque a Perón había que controlarlo…, y la herencia les correspondía a ellos por derecho natural… Según reconoce el ex montonero José Amorín (“Montoneros, la buena historia”, pág. 247) cayeron en ese infantilismo porque Firmenich era “un tonto, un confundido, o un despechado, tal vez las tres cosas a la vez”. En buen romance: Firmenich quería ser Perón… Si se me permite la ironía, había un antecedente filosófico: un siglo antes, Nietzsche “mató a Dios” porque él pretendía ser el Redentor, el Superhombre.

Para probar lo que afirmo, ofrezco una síntesis cronológica de los documentos de la época (25-05-73 a 23-03-76):



En abril de 1973 (un mes después de ganar nosotros las elecciones y un mes antes de asumir, y según Roberto Baschetti, “Documentos”, y Bonasso):

* Las FAR ocuparon los Tribunales de San Isidro para apoderarse de armas y documentos.

* El ERP secuestró al Cta. Alte. (R) Francisco Alemán.

* Los Montoneros asesinaron en Córdoba al Cnel. de Ingenieros Alberto Iribarren. El propio Bonasso reconoce que Perón expresó a los Montoneros su desagrado por ese asesinato ya totalmente inútil y contraproducente.

* Un comando no identificado secuestró en Córdoba al director de la empresa Nobleza de Tabacos y lo liberó cinco días después.

* El ERP atacó el aeropuerto de San Justo y destruyó una avioneta del Ejército.

* La Juventud Universitaria Peronista arengó a su tropa: “… las organizaciones armadas peronistas, verdaderos gérmenes de nuestro ejército, única herramienta apta para la recuperación definitiva del poder… elevan el nivel de enfrentamiento en cada etapa”.

* Galimberti insistió en su fantasía (o en su provocación): crear una milicia armada de la juventud argentina, “porque ahora debemos ejercer la violencia en forma orgánica”…

* En ese mismo acto (Sindicato del Calzado, del 18-4-73), Juan Manuel Abal Medina desafió: “El 25 de mayo los compañeros presos van a estar en la calle junto al pueblo”.

* Julián Licastro y Carlos Grosso (socios políticos en ese tiempo): “Debemos implementar un movimiento nacional de masas (el peronismo y el propio Perón, ¿para qué estaban, sino?) para acceder a la etapa del poder total…”

28-4-73: Perón responde a la provocación y defenestra Galimberti, propulsor de las “milicias armadas”, y ordenó:

“Hasta mi llegada a la Argentina, no innoven y dejen trabajar al Dr. Cámpora.”

8-5-73: Cámpora anuncia un “programa de reconstrucción nacional” de cinco puntos, que contemplaba una “tregua política y social”.

Ante ello, los Montoneros y las FAR desafiaron:

“… desde el punto de vista estratégico, la respuesta adecuada a un enemigo en retirada es la persecución. (…) … la concepción de nuestro desarrollo carece totalmente de las nociones de “frente”, “gobierno de coalición”. (…) (Debemos) … prepara una estructura de combate (que será) el germen del ejército popular y se desarrollará en el seno del Movimiento Peronista, al cual deberá conducir. “Esta herramienta organizativa será conducción estratégica ejercida conjunta y progresivamente con el general Perón” (…) “(Serán) Funciones (del partido revolucionario): (…) Adoctrinar, formando a los cuadros en la teoría revolucionaria y educando a las masas (¡educar a las masas! Elitismo puro) en la misma”… (Subrayados míos).

25-05-73: Los dirigentes de Montoneros, FAR, FAP y ERP (todos) organizan una “pueblada” para lograr por la fuerza lo que Cámpora proyectaba aprobar al día siguiente con una ley de amnistía: la libertad de los presos políticos. Me constan personalmente los esfuerzos que hizo ese día Esteban Righi (entonces ministro del Interior, y hoy Procurador General de la Nación) para evitar que los imberbes (ahora, ya no) jefes guerrilleros cometieran ese desatino. El mismo día de su asunción, lo dejaron a Cámpora políticamente malherido.

Luego todos (“izquierdistas” y derechistas”, y algunos otros irresponsables) comenzaron el deporte de la toma de oficinas públicas. No se salvaron ni los hospitales. Cámpora se preocupó y pidió ayuda a Perón. El Viejo, a quien hoy los imberbes (y… lo otro) de ayer quieren hacer aparecer como un ogro criminal, le respondió al “Tío”:

“Si las hacen con buena intención no tiene importancia, pero hay que pensar que pueden ser hechas por personas interesadas en perjudicar al gobierno… Antes de tomar medidas…, será preciso investigar cada caso y proceder en consecuencia.” (Miguel Bonasso, “El presidente que no fue”).

8-6-73: La CGE y la CGT, por pedido de Perón y con el apoyo de Cámpora, firman el llamado pacto o acuerdo social, base fundamental del proyecto del General.

Mario Firmenich, por Montoneros, y Roberto Quieto, por las FAR responden: “apoyamos al gobierno de Cámpora, pero seguiremos armados y alertas, para controlar y derrotar (¡!) un posible contraataque de las fuerzas oligárquicas e imperialistas”… ¡Ellos iban a derrotar a las fuerzas imperiales…!

Y el ERP (trotskista) afirma:

“No apoyamos el gobierno del presidente Cámpora porque sus medidas no van contra el sistema”.

Alicia Eguren (Peronismo Revolucionario, en “América Latina”, Nº 18, mayo-junio de 1973):

“… el pacto social es una traición al pueblo en general y al peronismo en particular… Acá habrá revolución por las buenas o por las malas… debemos emprender una política de alianzas que confluirá en la formación del partido de la revolución”.

5-7-73: Las FAP del actual secretario de Derechos Humanos Dr. E. L. Duhalde (que no era ya un adolescente imberbe…) dijo lo suyo:

“… no alcanza con depositar nuestra confianza en nuestro Líder, sino convertir esa confianza y conciencia de clase explotada en organización y fuerza capaz de enfrentar al enemigo y derrotarlo… (Este gobierno) no nos garantiza… que se respeten nuestros intereses de clase… aún no hemos tomado el poder… Dentro del gobierno también están o inciden viejos enemigos de la clase obrera como Frondizi, Frigerio, Solano Lima, Silvestre Begnis, Gelbard, Carcagno, Rucci, Osinde, Miguel, Caffiero, Calabró, Taccone, Simó, Rizzo, Labat, Romero, Jury y otros”.

12-6-73: Montoneros afirma:

“Con respecto a nuestras Organizaciones político-militares, nuestra estrategia sigue siendo la guerra integral, es decir la que se hace en todas partes, en todos los momentos y por todos los medios… hasta el uso de las armas”. (…) “Quienes incurran en desviaciones o traiciones serán pasibles de las medidas punitivas que establezca la justicia popular… Se los combatirá por todos los medios y en todos los terrenos necesarios, por la acción de las masas o por la acción armada, tanto de masa como de ‘comando’”… (…) “Esos sectores, como el vandorismo… y el desarrollismo, pueden ser considerados como enemigos internos, y actuaremos con ellos de la misma forma que lo haremos contra todos los enemigos del pueblo… como ya se ha hecho con unos cuantos asesinos del pueblo… (con) la pena de muerte”.

El Peronismo de Base (aliado de las FAP del Dr. E. L. Duhalde) declara en junio de 1973:

“Los trabajadores no haremos ni respetaremos ninguna tregua como el famoso ’Pacto Social’” que ha sido concertado a nuestras espaldas… Hoy nuevamente tratan de engañarnos con el camelo de la ‘Paz Social’”.

Así recibían a Perón, cuando el Viejo se aprestaba a regresar a su patria el 20-6-73.

La subversión durante el

gobierno constitucional

Tercera parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar







Producida la matanza mutua de Ezeiza entre “bolches” y “fachos”, el 21-6-73 Perón llamó a la reflexión a todos: tirios y troyanos.

Bonasso nos cuenta (en la pág. 560 de su libro) cuál fue la respuesta de Montoneros a ese llamado de “su” conductor:

“Juan Manuel Abal Medina trabajaba febril en… el contraputch que diera por tierra con el Astrólogo (se refiere a López Rega). No era el único. Varios propusieron ejecutarlo y tropezaron con las reticencias de la conducción montonera (léase Firmenich; ¡eran más violentos que Firmenich! (…) Abal Medina se encerró a solas con Don Héctor y le propuso un plan sencillo y contundente: el Bebe (Esteban Righi) tenía que ‘salir en cadena nacional’, mostrando quiénes eran los culpables de Ezeiza, mientras se aprovechaba la nueva reunión para detener a López Rega, acusándolo de sedición, homicidio y traición.

Cámpora lo miró como dos ojos de huevo duro y le dijo en un susurro:

-¿Se ha vuelto loco, Juan Manuel? ¿Usted ha pensado lo que haría el General si ocurre una cosa así?

A Abal Medina lo comentó con Mario Cámpora…

-Juan, Juan….- repitió Mario con tono amistosamente admonitorio-, si el General se va a España, se cae el gobierno.

(…)

Abal Medina no era el único duro. Sin llegar a esas audacias, que seguramente habríamos secundado de haberlas conocido a tiempo (…) Yo tuve una charla con Mario Cámpora en la que insinué la necesidad de una San Bartolomé legal (se refiere a la macabra noche del 23-8-1572 cuando los católicos parisinos diezmaron a los protestantes hugonotes, sorprendiéndolos mientras dormían en sus hogares) en la que arrestásemos a 200 ó 300 cuadros de la ultra derecha. (…) El Perro Verbitsky y Luis Guagnini se lanzaron sobre el Bebe (Righi) proponiendo también una secuencia de procedimientos a cargo de la (Policía) Federal que debían culminar con la detención de Osinde…

¡Menos mal que Cámpora, su sobrino Mario y Righi conservaban la cabeza sana…!

27-6-73: Perón sufre una isquemia coronaria, que para algunos llegó a ser un infarto de miocardio de poca extensión. Cámpora esperó que Perón se repusiera, y le presentó verbalmente su renuncia (era la cuarta vez que lo hacía, según me relató personalmente “el Tío” unos días después.

Setiembre de 1973, la Columna José Sabino Navarro, de Montoneros, desafía nuevamente:

“… la fórmula Perón-Isabel no nos ofrece, en su segundo termino, garantías suficientes…Cuestionamos a la señora Isabel Martinez como instrumento de los reaccionarios y burócratas que están alrededor de Perón.

11-9-73: Mario Firmenich, a la salida de una entrevista con Perón, declara:(Baschetti):

El poder político brota de la boca de un fusil. Hemos llegado hasta aquí en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas.

23-9-73: Perón e Isabel son plebiscitados por el 63% del pueblo argentino.

25-9-73: Los Montoneros asesinan a Rucci

12-10-73: Asume la fórmula Perón-Isabel, y los Montoneros (Firmenich) y las FAR (Quieto) anuncian su unificación.

17-12-73: Firmenich y Quieto anuncian en Córdoba (Baschetti):

“…vamos a hacer la depuración de todos aquéllos que no representan a los trabajadores… utilizaremos las armas en la medida en que insistan con las agresiones… A este gobierno hay defenderlo, apoyarlo y controlarlo.

Fines de 1973: Montoneros proclama:

“Creemos que la estrategia de Perón y su implementación no son correctas. Perón tiende a producir una acumulación de poder dentro del régimen constitucional (cosa que es imposible)… Luego de abogar por producir una fractura en las Fuerzas Armadas, expresan:

“Pero solamente se va a fracturar el ejército si se ve obligado a un enfrentamiento prolongado, continuo, violento y con cierta duración con el pueblo; para ello, la única solución es que nosotros alcancemos a desarrollar las milicias, porque obviamente Perón no las va a desarrollar.

Con seguridad, ésa es la frase más clara y definitoria de la estrategia de Montoneros en su enfrentamiento con Perón, y define con precisión los motivos que los llevaron a provocar la desestabilización del gobierno de Isabel para “ayudar” a producir el golpe del 24-3-76, a fin de que lograr ese enfrentamiento prolongado, continuo, violento y con cierta duración (del ejército) con el pueblo (que en la mentalidad entre adolescente y fantasiosa, eran ellos mismos y sólo ellos).

Y por primera vez reconocen que: Perón es Perón y no lo que nosotros queremos. En rigor, el socialismo nacional no es el socialismo, lo que Perón define como socialismo nacional es el justicialismo. Un libro que nosotros no hemos leído es “La Comunidad Organizada” que es el que fija el pensamiento filosófico e ideológico de Perón, y él mismo lo dice”. (…)

(Pero) Perón es el representante de los trabajadores, y esa política, de acuerdo a la estructura del país, desembocará en el socialismo necesariamente, cosa que Perón no quiere, pero que es así, es un hecho objetivo. No está determinado por lo que uno quiere sino por la realidad de la estructura económica.

Los comentarios huelgan: pensamiento más determinista, dogmático y ortodoxamente marxista es difícil de concebir.

Para que no quedaran dudas, en esa verdadera proclama agregaron:

Nuestra “tercera posición” no es ideológica, sino sólo política, en el aspecto internacional geopolítico (se oponían a ambos imperialismos: el norteamericano y el soviético)… (Por eso) La ideología de Perón es contradictoria con la nuestra, porque nosotros somos socialistas. (…)

En el análisis que hace Perón de la historia de la humanidad tampoco pensamos igual. Perón tiene un pensamiento evolucionista.

Más adelante dirán que Perón tiene un pensamiento reformista, evolucionista, que no posibilita el pensamiento riguroso (y ponen como contra ejemplo a… Mao).

Siguen: (Para nosotros) la humanidad avanza contradictoriamente… lo que hay son (por “es”) una serie de contradicciones que se resolvieron de determinada manera y que posibilitaron el surgimiento de otro sistema (inequívoca referencia al materialismo histórico dialéctico, idea central del pensamiento de Marx).

Luego vino la confesión final:

“De nuestra pretensión, tal vez ‘desmedida’ (entre comillas en el original), de ser la conducción estratégica (del Movimiento) surgen confrontaciones o competencias de conducción (con Perón, claro está).

Y la megalomanía (o adolescencia) grupal:

Solamente nosotros podemos constituir una fuerza organizada, una fuerza incluso decente…

¡Imberbes y …! Tuvo razón Perón el 1º de mayo de1974.

Pero E. L. Duhalde, como ya dije, no era adolescente. Sin embargo:

“El general Perón ha atraído al país, desde su largo exilio, un preconcebido plan político, que por sus particularidades conciliacionistas, “de buena letra con el enemigo”, de “desensillar hasta que aclare”, etc., se aviene exactamente para ser ejecutado por la burocracia traidora, con su única de que es capaz: con el vasallaje.

A pesar de sus francas, casi brutales, y reiteradas proclamas sobre sus diferencias de fondo con Perón, y su desafío público de reemplazar a Perón en la conducción del Movimiento, la dirigencia de los Montos, como si fuera autista, produjo su último documento de 1973, en diciembre, para quejarse con amargura (¡!):

¿Por qué entonces Perón ahora nos deja de lado y encima nos acusa de infiltrados? (Baschetti).

Nadie entre los dirigentes montoneros (ni joven, ni viejo) respondió ese interrogante adecuadamente. Les hubiera venido muy bien hacerlo, o al menos meditar un poco sobre ello.

Con esos antecedentes, más la desobediencia abierta al pedido de Perón de reformar el Código Penal, el General les reclamó públicamente que se definieran, en enero de 1974. Ocho de los quince diputados nacionales montoneros renunciaron y pasaron directamente a la lucha armada subversiva sin atenuantes (Carlos Kunkel fue uno de ellos, quizás el único que sobrevivió a la dictadura militar). Siete prefirieron quedarse para fundar la JP Lealtad y seguir la oposición desde adentro (Nilda Garré y Julio Mera Figueroa figuran en esa lista). Estos siete (junto con Julio Bárbaro) serían pieza clave en la formación del llamado “Grupo de Trabajo”, equipo de 34 diputados que nos dejaron intencionalmente sin quórum desde octubre de 1975, extremo que fue usado por las Fuerzas Armadas para aducir que había vacío de poder y dar el golpe del 24-3-76. ¡Los extremos se tocan… y se ayudan, y bajo la capa de ser un purista duro, a veces se oculta el rostro de un provocador, consciente o inconsciente!

Así llegamos al 1º de mayo de 1974, en que Perón produce dos hechos históricos: expulsa de la Plaza de Mayo a quienes sostenían que el poder político brota de la boca de un fusil, y anuncia su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional a todos los argentinos de buena voluntad que seguíamos creyendo que el poder político legítimo surge sólo de las urnas.

¡Conducciones imberbes y estúpidas! ¿Quien lo duda?

La conclusión es ineludible:

1.- La conducción montonera nunca fue ideológicamente peronistas, sino marxistas. Se puede ser legítimamente marxista, liberal, peronista o lo que se desee. Nadie puede negar a otro ese derecho. Lo que jamás aceptaremos es que nos quieran hacer pasar gato por liebre. Se es peronista o se es marxista. Al fin y al cabo, hubo (hay y seguramente habrá siempre) algunos grupos ideológicamente marxistas que, sin renegar de sus principios ideológicos, fueron aliados de Perón y del peronismo. El caso más notable es el de la Izquierda Nacional, nacida al calor de Jorge Abelardo Ramos y Blas Alberti. Es más, en las épocas en que la mayoría de los dirigentes peronistas defeccionó y claudicó (igual que hoy…), quienes levantaron con más convicción y fuerza nuestras banderas fueron los compañeros de la Izquierda Nacional. Me consta personalmente.

2.- La conducción montonera nunca creyó en, ni aceptó de buena fe, la jefatura de Perón, sino que infravaloraron al Viejo en su capacidad de liderazgo y por eso intentaron usarlo. Pero fueron por lana y salieron trasquilados, y hoy intentan vengarse de aquella trasquilada histórica, aprovechando la insospechada casualidad de que el gobierno les cayera del cielo… o de las manos del otro Duhalde (el que fue presidente “de emergencia” por un año y cinco meses).

3.- La conducción montonera nunca acató la indicación de Perón, y de la Constitución también…, de abandonar las armas ante un gobierno libremente elegido por el pueblo, y transitar los caminos de la democracia.

En definitiva, lo de 1973/1974 fue una pulseada entre un león herbívoro, pero no tonto, que defendía lo suyo (su conducción y su Movimiento, pero fundamentalmente su país), y algunos avispados (o despistados) imberbes que le quisieron vender un buzón (al viejo león y al pueblo argentino). Afortunadamente, no pudieron vendérselo.

Muerto Perón, comienza la matanza de otro signo, la que producen los grupos de la “derecha” o Triple A y, simultáneamente se exacerba la de la “izquierda”. La herencia parecía estar próxima. Ambos bandos apresuraron sus planes para exterminar al competidor.

De ahí en adelante, la historia de la subversión terrorista de “izquierda” es más conocida. No vale la pena ahondar en detalles.



Buenos Aires, 29 de enero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima nota: La subversión durante el gobierno constitucional - Cuarta y última parte



Nota

Algunos compañeros de la corriente de Izquierda Nacional, entre los cuales tengo varios y apreciados amigos, me han hecho notar que ellos defendieron al gobierno constitucional de Isabel hasta el último momento, codo a codo con los pocos dirigentes peronistas que dimos la cara en esas difíciles circunstancias. Doy fe que es cierto, y también que me brindaron un importante apoyo mientras yo defendí a Isabel frente al calvario que le hicieron sufrir los militares de la dictadura.

Otra ayuda apreciable que recibí en esta última tarea fue la de los compañeros del Partido Comunista Revolucionario que, según estimo, sostienen ideas cercanas a las de Mao Tse-tung.

A todos ellos, mi pedido de disculpas por el involuntario olvido, y mi agradecimiento por la solidaridad que nos demostraron siempre a nivel político y personal.
Mensaje político Nº 255
31-01-07


Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota V:

La subversión durante el

gobierno constitucional

Cuarta y última parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



La ideología de los terroristas de “derecha”

En la década de 1950 (presidencias de Dwight Eisenhower y John Fitzgerald Kennedy, “halcón” uno y “paloma” el otro: dos caras de la misma moneda imperial) los EEUU adoptaron la interesada doctrina de la guerra revolucionaria (la del “eje del mal”, que en ese tiempo era el comunismo soviético) y la contrarrevolucionaria (la del “eje del bien”, representado siempre por EEUU por “voluntad de Dios”, perdón, de un inexistente dios).

Dicha doctrina fue difundida y apoyada con toda seriedad por la prensa seria del mundo entero, incluida la argentina, claro está. También fue enseñada y promovida “manu militare” desde la Escuela Militar de las Américas, perteneciente al Comando Sur del Ejército Norteamericano, cuya sede estaba en la llamada “Franja del Canal de Panamá”.

Y bien, desde que se fundó esa escuela y hasta que asumimos el gobierno (25-5-73), entre 1.200 y 1.400 (según los distintos autores) oficiales superiores de las Fuerzas Armadas ¡argentinas! habían sido becados por el Tío Sam para que en ella los programaran debidamente en la lucha contrarrevolucionaria, que en última instancia consistía en matar a los “bolches”, a los “seudobolches”, a los “criptobolches”, a los amigos, parientes y conocidos de los “bolches” y a quienes figuraran en la agenda de un “bolche”. La prioridad no era liberarnos de la dependencia, desarrollar nuestro país, recuperar la justicia social y los resortes de la soberanía nacional y de nuestra economía, o promover la cultura nacional, sino ayudar a EEUU en su heroica lucha contra la URSS por la conquista de… los mercados. De la misma manera en que, hoy, la prioridad del presidente Kirchner en política exterior es ayudar a los EEUU en su heroica lucha contra el terrorismo internacional, cuyo brazo más peligroso y activo tiene su sede en… la Triple Frontera. También de la misma manera en que hay algunos oficiales superiores retirados de las Fuerzas Armadas ¡¡argentinas!! que recitan, como si fuera el Credo, los Planes Santa Fe I, II, II y IV, elaborados por el Pentágono para el control militar de América latina.

Los 1.200 a 1.400 oficiales superiores programados de esa forma fueron los principales autores del golpe de 1962 contra Frondizi (en el que tuvo destacada actuación ideológica y literaria Mariano Grondona), del de 1966 contra Illia (con renovados bríos puestos al servicio de los golpistas por Mariano Grondona, autor del famoso Comunicado 150, y ayudado por el inefable “demócrata” e “izquierdista” Jacobo Timerman), y del de 1976 contra Isabel (apoyado, preparado y fomentado por muchos, muchísimos Mariano Grondona y Jacobo Timerman, algunos de los cuales vestían nuestra camiseta).



La moral de Grondona, Márquez y los terroristas de Estado

Para tener una idea cabal del terrorismo que infundía a la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria y a su hija, la dictadura militar del Proceso, cito a su principal defensor civil: Nicolás Márquez, periodista del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, quien, en su libro “La otra parte de la verdad”, expresa (pág 78):

“Un brillante intelectual como Mariano Grondona afirma: ‘(Existe) la racionalidad respecto a los fines (Maquiavelo: el fin justifica a los medios), y la racionalidad respecto de los valores (E. Kant: que se haga justicia aunque el mundo perezca). En los casos límite salta a la vista el conflicto entre ambas racionalidades. Nozick imagina a un policia que se ha vedado a si mismo torturar en nombre de un valor: los derechos humanos. Pero ocurre que su prisionero sabe dónde está la bomba atómica que hará volar la ciudad en un par de horas… ¿Qué hará en este caso el policia moral? Para que se cumpla un principio, ¿dejará perecer a la ciudad? Por eso Weber sugiere que no hay una sino dos éticas: la ética de la convicción (obrar según valores) y la ética de la responsabilidad (medir las consecuencias prácticas de nuestras acciones). La moral de la convicción es sostenida habitualmente por teólogos, filósofos y periodistas… la moral de la responsabilidad es propia de los políticos, los empresarios y los militares…´”

Hasta ahí las “enseñanzas” de Grondona, el supuesto especialista en filosofía griega que, por lo visto, leyó sólo a los sofistas, sin llegar jamás a Sócrates, quien murió por defender “la moral de la convicción” (¡bueno!... leer a Sócrates es una hazaña que sólo pudo cumplir en el mundo el ex presidente Menem...).

Hace 20 años, Grondona, defensor de la tortura, escribió un libro titulado “Bajo el imperio de las ideas morales”, ¡nada menos! (Sudamericana, Buenos Aires, 1987). En él, este sofista televisivo “enseña”: “los representantes más notables de las ideas morales en el mudo actual son, sin excepción, (los utilitaristas) anglosajones Rawls, Nozick, Dworkin y Hart”… “La Latinidad no tiene otro modo de competir con los anglosajones que haciéndoles una reverencia, como hizo Japón en 1945”… “el utilitarismo no sólo es hedonista, también es progresista” (¡menos mal!)… “Nozick (¡ahí lo tienen!) sostiene la legitimidad del ‘Estado mínimo”… “Por eso, el debate sobre el pensamiento moral, es hoy un debate anglosajón”. En definitiva, el maestro de la tortura “grondoniana” y procesista es un anglosajón, utilitarista en filosofía, y legitimador del Estado mínimo, el concepto central de los neoliberales (Menem y Cavallo, por ejemplo). Está todo claro.

Nicolás Márquez avala y alaba la sibilina defensa de la tortura aplicada masivamente por la dictadura militar, que hace el “brillante intelectual”, y agrega:

“Esta grave disyuntiva es la que enfrentó Francia con Argelia, y EE.UU. con Vietnam. En la actualidad, Israel la tiene en su virtual guerra con Palestina y la resolvió optando por la autorización legal de efectuar interrogatorios bajo tortura y ejecuciones especiales de adversarios sin juicio previo. Opciones similares ejerció EE.UU. con los terroristas prisioneros en Guantánamo, o los rusos con los terroristas chechenios”.

Coincido: los únicos dos Estados terroristas, que han legalizado la tortura para horror y escarnio de la Humanidad, son EE.UU. e Israel. Y aclaro:

a) Israel no está en guerra con Palestina, sino que invadió a esa nación mártir hace más de medio siglo, y desde tortura “legalmente” a su pueblo.

b) De la misma manera, Francia era un verdadero invasor-torturador colonial de Argelia, y EE.UU. lo fue en modo neo-colonial de Vietnam, además de serlo de Afganistán e Irak, y pronto de Irán y quizás de… la Triple Frontera, siempre con la ley de la tortura en la mano, claro está.



De esa forma, Márquez pretende justificar la tortura aplicada por los militares “procesistas” y, sin quererlo, ratifica nuestra afirmación inicial: la ideología y la metodología usadas por la dictadura militar argentina nacieron en el vientre del monstruo; nuestros genocidas y torturadores aprendieron “el oficio” de sus maestros norteamericanos, israelíes y, remotamente, de los franceses, en la citada Escuela Militar de las Américas del Comando Sur del Ejército Norteamericano.



Los civiles (policías y “voluntarios” de la Tripe A y otros grupos) sostenían idéntica “ideología”: el “trapo rojo” debía ser eliminado como única y excluyente prioridad, aun a costa de torturarlos, para mayor gloria de… EE.UU.

Me libero del trabajo de dar la lista macabra de atrocidades cometidas por la Triple A y la “derecha”, porque ésa es una tarea que cumple a la perfección y sin respiro el gobierno actual. Di el detalle de los similares crímenes de la “izquierda” porque, en este caso, el matrimonio Kirchner y su equipo guardan un silencio tan sepulcral como sospechoso (sería muy interesante que los peronistas Carlos Kunkel, Eduardo Luis Duhalde, Miguel Bonasso y Horacio Verbitsky nos dieran su versión al respecto… previa autorización del peronista matrimonio presidencial, por supuesto).



En su momento, todos fuimos montoneros

Justo es decirlo: antes del 25 de mayo de 1973, cuando los montoneros luchaban contra la dictadura de Onganía y Lanusse, la inmensa mayoría del país los vio con ojos románticos. Eran los muchachos idealistas que, a semejanza de Fidel y el Che desde Sierra Maestra, se jugaban la vida por sus ideales. Su lucha ayudaba en nuestra búsqueda del retorno de la democracia y de Perón.

Nuestra simpatía inicial hacia la guerrilla tuvo otro motivo: las primeras escaramuzas (Taco Ralo, etc.) fueron realizadas por peronistas de ley (Gustavo Rearte, “Cacho” El Kadre, y varios más), que nada tenían que ver en ese entonces con la tilinguería de “!izquierda”, tipo Mayo francés (1968) o ensalada “católico-marxistas”.

En ese clima, a los “montos” se les perdonó (les perdonamos) muchas cosas. Incluso, entre nuestra asunción (25-5-73) y mediados de julio de ese año (en que comienzan a enfrentar muy abiertamente a Perón y a agraviar a Isabel) varios diputados nacionales aceptamos conformar con los 15 colegas montoneros un grupo parlamentario juvenil (aunque yo tenía ya 39 años…) destinado a contrarrestar la influencia de los “viejos y retardatarios”.

Pero el trabajo legislativo en común con ellos se tornaba cada día más difícil porque no aceptaban discrepancia alguna sobre los temas “sensibles” para cualquier peronista: lealtad a Perón, respeto a Isabel, pluralidad de líneas internas, convivencia con los aliados del FREJULI y apoyo al pacto social (alentados ambos públicamente por el General por ser parte esencial de su proyecto de unidad nacional), etc.

La situación explotó al momento de elegirse la fórmula presidencial: La inapelable e insultante argumentación de los montos se redujo a los gritos de “Si Evita viviera, Isabel sería copera” y “No rompan las bolas, Evita hay una sola”, como si Isabel hubiera mostrado alguna vez el más leve indicio de querer reemplazar a una mujer irreemplazable como Evita.

Entonces dejé de concurrir al grupo parlamentario juvenil de trabajo. Cinco meses después, con motivo de mi defensa del proyecto de reforma del Código Penal, que solicitó en forma expresa Perón en diciembre de 1973, tanto Montoneros como el ERP me condenaron formalmente a muerte, de acuerdo con una nota que recibí en enero de 1974 de ambos grupos subversivos terroristas. La condena “será ejecutada en el momento y en el lugar en que la conducción lo decida”. La verdad es que no hice caso de esas “condenas”, no porque el miedo me fuera ajeno (todos sentíamos miedo, como es humano) sino por aquello de que “perro que ladra no muerde”, y los montos y erpianos habían dado sobradas muestras de que cuando mordían, ¡y vaya si mordían!, lo hacían sin ladrar previamente.

El 1º de julio de ese año de 1974 murió Perón. Para los violentos de la “izquierda” y de la “derecha” había llegado el momento que con tanta ansiedad esperaban: enfrentarse a cara de perro y con las armas en la mano para que uno de ellos, el que tuviera más poder de fuego y suficiente estómago como para matar más adversarios (competidores por la herencia del Viejo) se quedara con el botín. Y asi sucedió: a partir de ese fatídico 1º de julio la carnicería fue atroz. Las víctimas propiciatorias de esa orgía de sangre fueron, en primer lugar, los inocentes que murieron por las balas de uno y otro bando, y además el pueblo argentino en general y el gobierno constitucional de Isabel en particular.



Buenos Aires, 31 de enero de 2007

Próxima nota: Perón les tendió la mano hasta último momento.


Ver nota importante al final.


Mensaje político Nº 256
02-02-07


Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota VI:

Perón siempre les tendió una mano amiga

Primera parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Mucho se ha dicho y escrito, por parte de algunos historiadores y políticos desafectos a Perón (digamos medios gorilas, o gorilas del todo), que el General traicionó a los montoneros y, una vez usados para acceder al poder, los tiró a la basura como limón exprimido.

Sin embargo, los datos de la realidad indican todo lo contrario. Ya hemos demostrado que tanto Perón como los montoneros se conocían mutuamente a la perfección. El Viejo, que no era ni tonto ni ciego ni sordo, conocía la verdadera ideología y las aspiraciones hegemónicas de los “montos” (que incluían el infantil designio de reemplazarlo a él por Firmenich). Y los montoneros proclamaban ante quienes quisieran escucharlos sus diferencias ideológicas con Perón y su ansiosa urgencia de sentar a uno de ellos en la conducción del Movimiento en el lugar del Viejo.

Además, los mismos datos de la realidad demuestran, sin ningún lugar a dudas, que Perón quería disciplinar a la conducción montonera y alejar a esos muchachos de las armas para que se integraran al trabajo constructivo en democracia, pero no echarlos del Movimiento.

Pruebas sobran.



1.- El caso Galimberti

Miguel Bonasso es, sin dudas, uno de los autores que más odio destilan contra Perón en sus escritos. En un rapto de “peronofobia” (por no decir gorilismo) exacerbada, llegó a escribir ese voluminoso libro de más de 600 páginas (“El presidente que no fue”) con dos obsesivos e inocultables propósitos:

· denigrar al General: “viejo de mierda”, “ambicioso”, “envidioso de Cámpora”, son las palabras más “cariñosas”.

· demostrar la cuadratura del círculo: “que en 1973, el líder que reclamaba el pueblo argentino y que tenía derecho prioritario a encabezar el Movimiento Nacional, no era Perón, sino… Cámpora”, y que “Perón, sólo por ser un viejo envidioso, lo obligó a Cámpora a renunciar para ocupar su lugar”.

Sin embargo, ese visceral y casi cómico enemigo de Perón se ve obligado a reconocer (pág. 433) que el General tuvo un gesto paternal hacia Galimberti y Abal Medina, en un momento clave.

Como se recordará, Galimberti, como Secretario Nacional de la Juventud Peronista designado por Perón, proclamó en marzo de 1973, infantil e irresponsablemente, que debíamos crear milicias populares armadas. Por si habían quedado algunas dudas, apenas triunfamos en la segunda vuelta, y mientras los militares seguían debatiendo la entrega o no del poder, Galimberti reiteró su peregrina propuesta.

Abal Medina, por su lado, como secretario general del Movimiento, había digitado, con alguna “trampita”, las candidaturas a senador por la Capital Federal: inventó una inexistente renuncia de Jesús Porto (llegó a “leerla” ante el Congreso Partidaria Metropolitano), que era el auténtico candidato elegido estatutariamente, y lo reemplazó en forma alevosa por Marcelo Sánchez Sorondo. Marcelo era el maestro y virtual padre político-periodístico de Juan Manuel, desde los tiempos del periódico “Azul y Blanco”, del cual el maestro era el director propietario, y el alumno, secretario de redacción.

Sánchez Sorondo tenía fama, estimo que injustificada, de ser anti-judío y pro-nazi, fama que nacía por ser hijo de Matías Sánchez Sorondo, uno de los asesores del general Uriburu en el golpe de 1930, y él, sí, de ideas al menos “filonazi”. Con un electorado porteño, en el que pesaban apreciablemente los casi 400.000 judíos que vivían en ese entonces en la Capital, el cambio era suicida. Y lo fue. Perdimos el segundo senador por la Ciudad de Buenos Aires en la segunda vuelta. Triunfó, gracias al error de Juan Manuel, el candidato radical Fernando De La Rúa, un cordobés bastante desconocido y opaco hasta ese momento. Los memoriosos, que recuerdan cómo Abal Medina lo hizo grande a De La Rúa, jamás le han perdonado a Juan Manuel esa “trampita”.

Pocos días después de la segunda vuelta electoral de abril, el General llamó a Madrid a su plana mayor: Cámpora, Abal Medina, Galimberti y algunos más. Con la cara que es de suponer por las dos “metidas de pata” de los jóvenes dirigentes, el Viejo los reprendió, siempre como un padre, pero como un padre enojado, y pidió la renuncia de Galimberti.

Con Juan Manuel se pueden tener muchas disidencias ideológicas y políticas, pero nadie puede desconocer su línea de conducta sin fisuras. Al día siguiente elevó su renuncia como secretario general del Movimiento a Perón, en un sobre cerrado que entregó a Cámpora, y éste al General. El Viejo lo llamó poco después, le entregó el sobre aún cerrado, y le pidió que se quedara porque “el asunto no era contra él”. A continuación, Perón le explicó “que Galimberti debía salir de la conducción para no entorpecer un gobierno de unidad nacional, pero que se lo debía tener en cuenta en la reorganización del Movimiento” (Bonasso, pág. 433).

Sólo un resentido muy sectario y obnubilado por el rencor puede seguir afirmando, luego de conocer ese gesto paternal del General, que Perón odiaba a los montoneros y que fue él quien ordenó su exterminio físico.



2.- Una revolución con fusiles y sin diputados

El mismo Bonasso (pág-332) se queja del infantilismo de la conducción montonera que, mientras se “cocinaban” las listas de candidatos, no quería aceptar las bancas parlamentarias que se les ofrecían. Es decir, nadie los corrió, ni Perón les negó su lugar. Ellos mismos, alucinados por los fusiles, despreciaron las bancas.

Recuerdo bien que el General dispuso que, de la “vieja” división tripartita de candidaturas y cargos partidarios (partes iguales para las tres “ramas”: política, femenina y gremial) se pasara a una cuatripartita, agregando justamente la cuarta rama, que era la juvenil. De ese modo, la indicación precisa fue que las candidaturas se distribuyeran a razón del 25% para cada “rama”. Bonasso nos informa, ahora, que esa proporción no se alcanzó respecto de la Juventud Peronista, sólo por el revolucionarismo infantil de la conducción montonera:

“En esos días, Beto, el Canca y otros “jetones” como “el Perejil” Leonardo Bettanin…discutían sobre posibles candidatos de la Rama… (en esos casos) no faltaba el ‘oscuro’ que, mitad en broma y mitad en serio, deslizaba la sospecha de que el compañero se estaba convirtiendo en “burócrata” y podía estar acariciando, incluso, la idea abominable de ser diputado”.

Luego dirían (Bonasso en primer lugar) que Perón programó y llevó adelante, desde el comienzo, una verdadera persecución contra ellos, que les negaba su legítimo lugar en el Movimiento, y otras fantasías por el estilo que les servían como pretexto para… no largar las amadas armas.

Digamos, de paso, que Amorín, en la pág. 266 de su libro “Montoneros: la buena historia”, aclara que “Beto” es el ex dirigente montonero Juan Salinas. Y agrego yo: ese mismo Juan Salinas fue “becado” en 1997 por la sionista organización DAIA, para escribir el libro “AMIA: el atentado”, que sirvió de base fundamental para acusar falsa y maliciosamente de ese horrible crimen a los “árabes musulmanes”, entre ellos a mi defendido Kanoore Edul. ¡Viene de lejos el muchacho! Es que el terrorismo, el verdadero, no el que nos “vende” la historia oficial difundida por la prensa “oficializada” gracias a una montaña de dólares, o de Banelcos en pesos, tiene razones que la razón no entiende… y tiene orígenes inconfesables e impensables.



3.- Una oferta nunca transmitida

Según relata el citado ex montonero José Amorín (pág. 246):

“En abril de 1973 (es decir luego de que el General defenestró a Galimberti por su disparatada propuesta de crear milicias populares), Perdía, Quieto y Firmenich se reunieron con Perón en Madrid. Al respecto, Perdía escribió:

“Perón destaco que los próximos cuatro años debíamos utilizarlos para aprender a gobernar y asegurar un eficaz trasvasamiento en el Movimiento y en el país. Manifestó que asumía la responsabilidad de asegurar que, progresivamente, se nos fueran asignando crecientes responsabilidades. Argumentó sobre la necesidad de avanzar en la organización popular y (…) veía en las tareas de promoción social una manera eficaz para darle continuidad a nuestra organización. (…) El general Perón le manifestó en esa oportunidad (a Bidegain) la conveniencia de integrar a su próximo gabinete a algunos muchachos de la Juventud Peronista para que se fueran acostumbrando a gobernar”.

Amorín reconoce que al sugerirles que se hicieran “cargo del trabajo social”, Perón les estaba ofreciendo el Ministerio de Bienestar Social el cual, en las propias palabras de Amorín, “ante nuestro rechazo, quedo en manos de Lopez Rega”. (…)…”significaba, nada más ni nada menos, que fortalecer el crecimiento de nuestra Organización en las bases peronistas y, con ello, darnos una autentica posibilidad de lograr, en cuatro años, la hegemonía política del movimiento peronista. Nos heredaba el Movimiento, nos ofrecía el futuro porque, digámoslo de una buena vez, el presente era él, el propio Perón”.

Aunque parezca mentira, y siempre según Amorín,

“la conducción nacional de Montoneros jamás informo a sus cuadros de esa oferta”.

Perdía y Amorín tienen razón: varias veces Perón les ofreció integrarse al Movimiento, porque quería que lo heredara “la juventud maravillosa”, pero sin las armas, sin tirar un viejo por la ventana cada mañana, sin apresuramientos infantiles, sin ínfulas de hegemonía. Es decir, que primero "se hicieran" peronistas...

Es que la conducción montonera ya había decidido transformarse en un partido leninista, con una organización interna férreamente dictatorial, y por ello consolidó su estructura militar aún después de nuestro triunfo electoral del 11-03-73.

Esa increíble ceguera de la conducción de Montoneros, que despreció la herencia pacífica para abrazar la guerra suicida y transformarse en un partido de tipo leninista, está relatada por Amorín en numerosas páginas del libro citado.

La sinceridad y la capacidad de análisis de Amorín nos ha permitido conocer la base fundamental de la tragedia que sobrevino: los montoneros nunca fueron peronistas; desde su nacimiento sostuvieron una posición ideológica distinta a la del General, y siempre, por las razones que expuse en las notas anteriores, entre la sangre y el tiempo optaron por la sangre, mientras que Perón prefirió el tiempo (salvo cuando sus enemigos no le dejaron otro camino).



Buenos Aires 2 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké



Nota Importante

Por ser de especial interés para todos, envío el texto del artículo 1º del Decreto Nº 1.800, dictado por la presidente Isabel Perón el 7-7-75, y publicado en el Boletín Oficial del 17 del mismo mes:



“Toda vez que en la ejecución de operaciones militares antisubversivas, la autoridad militar deba poner a disposición del magistrado federal competente a una persona o a elementos secuestrados, como consecuencia de dichas operaciones, lo hará acompañando las actuaciones que en el orden militar deberán labrase con tal motivo, juntamente con las piezas probatorias, si las hubiere”.



Es decir, los militares no solo debían poner los prisioneros a disposición del juez, sino que se les exigía justificar debidamente cada detención.

Espero que, después de la difusión del Decreto 1.800/75, ningún juez “distraído”, ni ningún funcionario “setentista” resentido, insista en culpar a Isabel por los excesos cometidos por las FFAA en la represión de la subversión terrorista durante nuestro gobierno constitucional. Lo que hicieron los genocidas después del 24-3-76 es ya responsabilidad exclusiva de ellos… aunque también de los que, consciente o inconscientemente, desde la “derecha” y desde la “izquierda”, les hicieron el caldo gordo para que perpetraran ese cuartelazo criminal y fatídico.



Próxima nota: Perón siempre les tendió una mano amiga – Segunda y última parte.

Nota VII:

Perón siempre les tendió una mano amiga

Segunda y última parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Continúo con las pruebas de que Perón permanentemente trató de atraerlos, integrarlos al Movimiento y salvarlos del infierno de la guerra.



4.- No al acuerdo con Perón, sí a los fusiles

El 6 setiembre de 1973, es decir pocos días antes de que Perón fuera plebiscitado en las elecciones del 23-09-73, y de que los montoneros asesinaran a Rucci el 25-09-73, el General mantuvo otra reunión conciliatoria con Firmenich y Quieto. Según reconoce Amorín (página 247):

“El Viejo les ofreció un acuerdo: los montoneros seguiríamos al frente de la juventud, de la Universidad y de los espacios de poder en el Estado que teníamos hasta ese momento, y podríamos actuar en el Partido Justicialista, al cual el Viejo nunca le dio mucha importancia, dentro de los límites impuestos por los estatutos partidarios, él no iba a interferir. Como contrapartida nos exigió respeto al Pacto Social y que dejáramos de meternos con el sindicalismo”. (…) Firmenich, en la reunión de la conducción nacional interpretó: El Viejo nos da lo que ya tenemos y a cambio quiere que disolvamos la Juventud Trabajadora Peronista”.

¡Increíble ceguera e insondable soberbia!

Al salir de esa reunión con Perón fue cuando Firmenich desafió a los dioses. Los periodistas le preguntaron si Montoneros abandonaría las armas, y el imberbe adolescente (y por lo visto algo más…) respondió:

“De ninguna manera, porque el poder político brota de la boca de un fúsil”.



5.- “Les pido paciencia y paz”

También según Bonasso:

“El 25 de abril, el Viejo se reunió con todos los grupos de la Juventud Peronista (agrego yo: con todos, sin excepción) y les pidió paciencia y paz para el próximo 1º de Mayo” (de 1974).

Para ser honestos, debemos reconocer que los jóvenes de la “derecha” obedecieron e hicieron buena letra, al menos en esa ocasión…, pero los de la “izquierda” repitieron su vieja costumbre: le aguaron la fiesta al General.



6.- … usted es el responsable

Contó el doctor Oscar Alende (cofundador, junto con Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente, ex gobernador de Buenos Aires y candidato presidencial en la formula Alende-sueldo en 1973 por la Alianza Popular Revolucionaria) que el 01-05-74, una vez terminado el acto en la Plaza de Mayo en donde el General dijo aquello de “imberbes estúpidos”, dirigiéndose a López Rega lo conminó:

“No quiero que ocurra absolutamente nada y usted es el responsable”.

El episodio lo relató Alende a Felipe Pigna, y lo transcribe José Amorín en el mencionado libro “Montoneros: la buena historia”. El propio Amorín, que estuvo en esa Plaza todavía como montonero, reconoce que, sin esas palabras de Perón, esa noche se habría producido una masacre similar a la de Ezeiza.



7.- Un intento más

Otro ejemplo del real deseo de Perón respecto de los montoneros lo da Amorín, en el mismo libro arriba citado. En la pág. 256 reconoce que:

“Después del asesinado de Rucci, Hobert (uno de los principales dirigentes montoneros), secundado por el Canca Gullo, Perdía y, talvez, también por Dardo Cabo, hicieron lo imposible por arreglar los tantos con el sindicalismo y con Perón. Sé que llegaron a un acuerdo con Lorenzo Miguel y que el Viejo se sentía predispuesto a conciliar. Y sé que, como hecho simbólico del potencial acuerdo, apostaron a la manifestación del 1º de mayo del ’74. Pero, como tantas veces sucede en la historia de las revoluciones, los insensatos les ganaron de mano”.

Es de destacar que, por lo que dice Amorín, Perón se sentía dispuesto a conciliar aún después del alevoso asesinato de Rucci y antes del 1º de Mayo de 1974.



8.- El postrer esfuerzo

Más todavía, después de todas las afrentas (todas: lo de Rucci, lo de los 8 diputados montoneros que no quisieron aceptar su conducción y renunciaron a sus bancas para seguir con las armas, lo del asalto a la guarnición de Azul, y lo de los insultos a su propia esposa en el día de los trabajadores en Plaza de Mayo) Perón conservaba la suficiente templanza y grandeza como para abrir una nueva posibilidad de diálogo con los montoneros. Para ellos, habilitó a Duilio Brunello, a la sazón interventor federal en Córdoba y vicepresidente del Partido Justicialista, para que iniciara conversaciones conciliatorias con la conducción de Montoneros. Brunello encargó a su secretario privado y asesor político Carlos “Chango” Funes que tomara contacto con la conducción montonera. Los detalles de esas conversaciones y sus resultados me fueron transmitidos en forma personal por Carlos Funes años después.

Según el “Chango”, las reuniones comenzaron a mediados de Mayo de 1974, apenas unos días después de los brulotes de los imberbes contra Isabel en Plaza de Mayo. Por la conducción de Montoneros asistieron tres de sus miembros, encabezados por Juan Carlos Dante “Canca” Gullo. El diálogo no fue fácil porque, si bien Gullo era partidario de “volver a Perón”, el resto de la conducción (que no asistía a las reuniones) seguía pensando que “el poder brota de la boca del fúsil” y rechazaba toda posibilidad de reconciliarse con el General.

Sin embargo, la paciencia del “Chango” y del “Canca” hizo posible que,+ a mediado de junio, y luego de varias reuniones, se aprobara un borrador. El primer punto era el acatamiento de Montoneros a la conducción de Perón. Para hacerles menos duro el trago, se convino una forma elegante de proclamarla: Montoneros pediría autorización al General para asistir, como representante de la Juventud Peronista, al Congreso de Juventudes Políticas Latinoamericanas que se realizaría en Cuba en el siguiente mes de julio. El resto de lo acordado coincidía en líneas generales con la propuesta que les había hecho Perón a Quieto y Firmenich en la ya citada reunión del 6 de setiembre de 1973.

Funes entregó el borrador a Brunello, y éste lo puso en manos del General alrededor del 20 de junio. Y ahí quedo, como simple proyecto, porque, primero el viaje a Paraguay, luego el agravamiento de la salud de Perón e inmediatamente después su muerte anularon esta última posibilidad de evitar la tragedia.

Ese diálogo final que, según todo indica, fracasó sólo porque la parca dio su veredicto inapelable, fue posible porque Montoneros estaba sensiblemente “ablandado”, ante la abrupta pérdida de adherentes que experimentó sobre todo a partir del asesinato de Rucci. La sangría se agravó cuando enfrentaron a Perón en enero 1974 frente a las cámaras de TV y ante la perentoria admonición del General de que se definieran, y 8 de sus 15 diputados nacionales renunciaron.

Pero, con toda seguridad, las bases juveniles abandonaron masivamente a la conducción Montonera cuando, con total soberbia y absoluta falta de sensatez, insultaron a la esposa de Perón (“No rompan más las bolas”) y amenazaron a los sindicalistas (“Rucci traidor, saludos a Vandor”). El Viejo los echó, pero no todos se fueron. El propio Amorín relata (página 298 y siguientes):

“Nosotros (se refiere a su actividad política como montonero, pero él ya sin armas, en el Oeste del Gran Buenos Aires) movilizábamos familias: abuelos, padres, nietos. Gentes que tenían ganas de ver a Perón y, de paso, darse una vueltita por Buenos Aires. Gentes que no sólo no estaban preparadas para ningún tipo de enfrentamiento sino que eran, además, las victimas propiciatorias de los mismos. (…) Eran simples hombres, mujeres y niños, humildes en su mayoría cuya única aspiración consistía en saludar a Perón. (…) (la indicación era concentrarnos) en la explanada de la facultad de Derecho, donde debíamos reunirnos con el resto de las columnas: no había mucha gente y, la inmensa mayoría, eran militantes de la Jotapé. Además, se respiraba un clima de guerra: las columnas, formadas de manera militar ordenadas y encuadradas por sogas, hacían marchas y contramarchas… los militantes carecían de ese aire festivo qué siempre había caracterizado a las movilizaciones de la Jotapé. (…)… supe que había cambiado la historia y los montoneros estábamos solos: el pueblo había dado un paso al costado. (…) Y sentí que una puñalada me atravesaba el estómago cuando, frente al Viejo en el balcón comenzaron las consignas contra Isabel… Cuando las columnas Montoneras comenzaron a marcharse de la plaza, di la orden de quedarnos y gritar ‘Perón, Perón’.

La soledad que la conducción de Montoneros comenzó a sufrir la forzó, sin dudas, a permitir que los”moderados” de ella, como el “Canca” Gullo y otros pocos, dialogaran en mayo/junio de 1974 con los representantes de Perón y elevaran al General el proyecto de conciliación mencionado. Pero, esta vez, la muerte fue la que dijo no.



Buenos Aires, 5 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima nota: Perón e Isabel siempre actuaron leal y legalmente
Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota VIII:

Perón e Isabel siempre actuaron leal y legalmente

Primera parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Por razones de un mejor ordenamiento, trataré primero la acusación contra Isabel efectuada por un juez federal mendocino: la pretendida responsabilidad de la señora del General en la matanza perpetrada por los “procesistas”, por haber dictado los decretos del caso. Luego me ocuparé de la acusación del versátil juez “todo terreno” Norberto Oyarbide (la responsabilidad de Isabel en los crímenes atribuidos la Triple A). Finalmente, analizaré el verdadero culebrón o cuento de ficción armado por Miguel Bonasso (libro ya citado) y Juan Bautista “Tata” Yofre, el histriónico y “divo” ex jefe menemista de la SIDE, ex embajador menemista en Panamá, y permanente hombre de relaciones bien lubricadas con los sectores políticamente correctos (menemistas, también ellos), Juan Bautista “Tata” Yofre.



Isabel: 2 decretos que son 3, pero sólo 2 de ella

No hay alquimia ni broma en el subtítulo, sino una muestra de la mala fe, o la supina ignorancia que muestra el primer juez acusador de Isabel, el sanrafaelino Raúl Acosta. Veamos la hazaña de este avispado y funcional juez federal.

Hasta fines de 1974, la guerrilla había cometido actos atroces, pero limitados a los que podríamos llamar acciones puntuales o, para usar la terminología norteamericana, “guerra limitada”: el asesinato de Rucci, los asaltos “express”, el secuestro de un empresario (que, por su jugoso botín serían la envidia de Al Capone) o de un alto militar (aunque fuere tan inocente como el mayor Larrabure). Pero el 5 de enero de 1975 el ERP, que hacía tiempo operaba en el monte tucumano, logró derribar con un misil un avión del Ejército, matando a los trece oficiales que viajaban en él. El hecho conmocionó al país, pues ratificaba los rumores que circulaban desde tiempo atrás: la guerrilla dominaba ya una “zona liberada” y poseía armamento pesado de avanzada tecnología.

Isabel se había aferrado siempre al criterio permanente de Perón: la guerrilla era un problema policial que debía combatirse con la Policia; las FF.AA. no debían participar en esa tarea.

Pero, ante la envergadura del atentado contra el avión del Ejército, los criterios cambiaron. Estaba claro que la policia no podría igualar, y menos superar, el poder de fuego de los subversivos terroristas. Además, la existencia de una “zona liberada” indicaba que los guerrilleros eran lo suficientemente numerosos y poseían la indispensable organización militar como para haber logrado esa base territorial estable. Hasta podía darse el extremo de que los “liberadores” solicitaran su reconocimiento internacional como gobierno argentino “paralelo”. Y, ya se sabe, siempre hay en el mundo algún pícaro que se los otorga. Se hacía urgente la participación de las FF.AA. en la lucha contra la subversión terrorista.

Ése fue el motivo por el cual el Poder Ejecutivo, en cumplimiento de un insoslayable deber constitucional, dispuso el lanzamiento del llamado “Operativo Independencia”, y dictó el decreto Nº 261 del 5 de febrero de 1975, que reza:

“… El Comando General de Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”.

Sin dudas, la terminología tiene más olor a cuartel que a gabinete presidencial. “Neutralizar”, “aniquilar”, y “elementos subversivos” son términos propios de la jerga militar, muy difícilmente se los podrá encontrar en la redacción de un juez o legislador.

Tengo la convicción de que el proyecto salió de algún Estado Mayor, pero ello siempre me pareció lógico: se acordó que intervinieran las FF.AA, y éstas sugirieron o solicitaron el texto del instrumento legal necesario.

Pero, de ahí a sostener, como sugestivamente lo hacen al unísono los militares procesistas y los náufragos setentistas del actual gobierno (los extremos se juntan, se aman, se ayudan mutuamente…) que Isabel ordenó a las FF.AA. exterminar a los subversivos, hay un abismo que sólo puede llenar un sectarismo ciego, un rencor visceral o una estupidez insondable.

Si se me permite la ironía, cuando un profesor de medicina o un texto médico indican que un facultativo debe eliminar el dolor de cabeza del paciente, nadie en su sano juicio puede interpretar que le están indicando eliminar la cabeza del paciente o el paciente mismo. Es tan absurda esta conclusión (absurda hasta el ridículo y la comicidad) como lo es la acusación de “izquierdistas” oficiales y “derechistas” del Proceso de que Isabel ordenó la matanza de los guerrilleros.

Esta acusación contra Isabel no es endeble o poco fundada, como se ha dicho por ahí, sino directa e ineludiblemente maliciosa y rencorosa. Es insoslayable de que ambos extremos se están tomando venganza. Los “izquierdistas” oficiales todavía no digieren el fiasco que soportaron cuando en 1973/1974 fueron por leña al peronismo y salieron trasquilados por el General. Y los “derechistas” del Proceso jamás olvidaron que Perón les torció el brazo a pesar de estar solo en su exilio madrileño y luego los metió en caja como era lo debido. Tampoco los procesistas (uniformados y civiles, que estos últimos suelen ser los peores) han podido perdonar jamás a Isabel su negativa a dejarles el campo libre antes del 24-03-76, como ellos lo pretendían, y la dignidad con la que los enfrentó durante el cautiverio que le impusieron.

Y como la venganza es un plato que se come frío, “izquierdistas” oficiales y “derechistas” del Proceso se lo han servido 30 años después… no ya frío, sino congelado… quizás “fiambre”.



Un segundo decreto, “maldito”… para el juez Acosta

La responsabilidad del juez Acosta, y de sus corifeos de la “derecha” y de la “izquierda” oficial, se agrava considerablemente si se tiene presente que Isabel, al tomar conocimiento de que los militares estaban haciendo algunas “picardías” macabras con los guerrilleros (y con los inocentes también), dictó un segundo decreto, el Nº 1.800 del 7-7-75, cuyo texto ya les envié en una nota anterior, y que establece:

“Toda vez que, en la ejecución de operaciones militares antisubversivas, la autoridad militar deba poner a disposición del magistrado federal competente a una persona detenida o a elementos secuestrados como consecuencia de dichas operaciones, lo hará acompañando las actuaciones que en el orden militar deberán labrarse con tal motivo, juntamente con las piezas probatorias si las hubiere”.

El tercer decreto, el Nº 2772 del 6-10-75 no lo firmó Isabel (de licencia en Ascochinga, Córdoba, en ese momento), sino Lúder, y se limitó a extender a todo el país la orden dada a las FF.AA. de reprimir la guerrilla terrorista, de acuerdo a lo que exige la Constitución Nacional. De modo que nada necesito agregar sobre él.

El juez de San Rafael ha pedido el secuestro internacional de una ex presidente, hecho gravísimo para cualquier Nación medianamente seria… como la nuestra. Si a esa medida insólita la ha solicitado porque desconoce el texto del primer decreto y la existencia del segundo, su acto es de una irresponsabilidad extrema, porque es un principio básico e inamovible del Derecho que “la ley se reputa conocida por todos”, hasta por los jueces…

Y si lo ha hecho aun conociendo ambos decretos, lamento decirlo, ha incurrido en una clara causal de juicio político, del cual se librará sólo mientras dure este gobierno. Después, veremos...



Buenos Aires, 7 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima nota: Segunda parte-Isabel y la Triple A… de los militares


Nota IX:

Perón e Isabel siempre actuaron leal y legalmente

Segunda parte



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Isabel y la Triple A

Unos días después de la hazaña mundial del juez Acosta, llegó el turno del versátil y “todo terreno” Dr. Oyarbide: un juez de la servilleta de Corach y Menem, posteriormente salvado en forma “milagrosa” del incendio gracias a no sabemos quien (muy probablemente haya sido el propio servilletero); luego, en una pirueta a lo panqueque, fue funcional a De la Rúa y procesó a Menem, el servilletero y salvador suyo; y hoy, en una repetición de la pirueta, es funcional a Kirchner…. Verdaderamente un juez “todo terreno”. ¡Hay que ver cuánto cuesta salvarse de la permanente amenaza de incendio! La valiente lucha del Dr. Oyarbide contra la adversidad que lo acosa permanentemente y lo obliga a hacer tantas piruetas, nos recuerda al legendario Espartaco (en latín, “Spartacus”), aquel gladiador que supo rebelarse contra el Imperio Romano. Veamos sino.

El Dr. Oyarbide basa su acusación en 8 mamarrachos que él llama pomposa y donosamente “pruebas”. La más sólida de todas es que el actual secretario de Derechos Humanos (no se les cae el término de la boca así estén pisoteando la Convención de San José de Costa Rica entera) dice que un amigo le dijo que un pariente suyo le contó que un amigo le susurró que un conocido le relató que un vecino del Consorcio le aseguró que… en el Gabinete de Isabel se proyectó un video o película en la que se mostraba a todos los que serían liquidados por la Triple A. El problema es que esa interminable cadena de dimes y diretes está cortada en varios eslabones, porque muchos (sino todos) los que dijeron lo que Duhalde (el gran “defensor” de los derechos humanos) dice que le dijeron a otro, etc., etc., están muertos… por lo que no pueden ratificar ni desmentir los dichos del defensor insigne; un pequeño detalle que se les pasó a los reconocidos juristas Oyarbide y Duhalde.

En segundo lugar, ese Duhalde (no el ex presidente) fue el jefe máximo de las Fuerzas Armadas Peronistas-FAP, uno de los grupos más feroces y más tozudas en continuar la lucha armada aun durante el gobierno constitucional de Cámpora, Perón e Isabel, y enemigo a muerte de la candidatura a vicepresidente de la esposa del General. De modo que este Duhalde puede saber mucho de derechos humanos (si lo sabe…) pero poco y nada de ética, porque, por ser enemigo manifiesto de la acusada, debió inhibirse de declarar contra ella, y el juez Oyarbide tenía la obligación de impugnarlo o, al menos, dejar constancias de ello en la causa.

Y, por si fuera poco, ambos bizarros abogados, uno juez a lo Espartaco( recordemos que en latín es “Spartacus”),, y el otro defensor insigne, pasan por alto que los ministros del Gabinete de Isabel, salvo que fueran todos unos soberanos infradotados, jamás habrían proyectado un video con los candidatos a ser asesinados… por ellos mismos, o por orden de la presidente. Los peronistas podemos ser algo tontos y hasta “incorregibles”…según Borges, pero jamás tan imbéciles. Además, téngase presente que en ese Gabinete figuraron personalidades como Gómez Morales, Corvalán Nanclares, Ivanissevich, Gelbard, Antonio Benítez, Jorge Garrido y otros de reconocido prestigio e intachable conducta. Afirmar que tales personas se dieron “el gusto” de proyectar un video macabro o premonitorio de atrocidades, no sólo ofende nuestra inteligencia, sino que es un grave atropello a su memoria.

Hay más: Duhalde (el “defensor”) declara como testigo de cargo y, diez minutos después, el “espartaquense” juez Oyarbide lee a los periodistas su fallo acusando a Isabel… Por lo visto, este juez, no sólo es un “todo terreno” y digno émulo de Espartaco, sino que seguramente hizo el curso de lectura veloz y de escritura supersónica en las Academias Pitman. Dictar un fallo de esa envergadura y trascendencia institucional y mundial, sólo diez minutos después de escuchar al testigo clave a quien, para colmo, le corresponden las generales de la ley, es una irresponsabilidad gigantesca, o algo más grave.

Para corroborar lo que sostengo sobre la inocencia de Isabel respecto de los crímenes de la Triple A, transcribo algunos párrafos de un reportaje que el periodista José Blas Made le hizo en 1990 (diario HOY de Mendoza) a quien fuera el jefe de Granaderos a Caballo en 1974/1975, el probo coronel Jorge Sosa Molina, testigo clave de un hecho definitorio:



“En realidad Isabel era muy influenciable, ciclotímica y depresiva. No estaba al tanto de los problemas del gobierno, ni leía los diarios, y evidentemente López Rega ejercía sobre ella un gran poder… Pero aclaro que jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable, nunca hubo el menor comentario sobre algún desliz por parte de quienes estábamos allí. Pasaba a veces cuatro o cinco días sin salir de la cama por sus estados depresivos''.

“(López Rega) Era medio afeminado, nunca se lo vio con una mujer. Tenía cara de lobo, con los dientes medio salidos. Andaba siempre rodeado por una banda de atorrantes y delincuentes, que en general eran exonerados de la policía. Ellos lo llamaban Daniel. Era un hombre primario. Un agente de policía. Hay que reconocer que era muy vivo, supo ir ganándose la confianza de Perón hasta ejercer sobre él una influencia muy nociva”.



El coronel Sosa Molina, que con tanta crudeza define la personalidad y el estado anímico de Isabel, reconoce gallardamente que su conducta fue siempre intachable. Y el mismo militar, luego de calificar duramente a López Rega, afirma, sin embargo, que éste en la práctica fue sólo un títere de los militares en el accionar de la Triple A. He aquí sus propias palabras:



“Fue lo más negativo del último gobierno peronista. Creo que también fue utilizado por los sectores más reaccionarios, porque no tenía la capacidad ni la inteligencia para hacer todo lo que hizo. Y así fue usado por aquellos poderes que yo llamo `fácticos', que estaban muy preocupados por el avance de la izquierda radicalizada, de la guerrilla marxista o neoperonista, y que no vieron mejor solución que oponerle a esa radicalización el extremismo de derecha”.

(…)

“Un día, de vuelta de un acto oficial en Casa de Gobierno, un vehículo del regimiento tiene un desperfecto mecánico en la Av. Figueroa Alcorta. El oficial a cargo, un teniente de apellido Segura, que iba de uniforme, es auxiliado por un policía que lo invita a pasar a una casa, diciéndole que está entre amigos, compañeros de la misma causa. Cuando Segura entra a la vivienda se da cuenta de que está en un centro operativo muy importante de la Triple A. Le presentan a una secretaria del jefe, que era López Rega, y le comentan que allí trabaja personal de las fuerzas armadas y de la Policía Federal”.

“El teniente llegó al regimiento espantado, y me comentó lo que había visto. Le pedí entonces que redactara por escrito lo que me contaba, para denunciarlo oficialmente al Comando en Jefe del Ejército. Por razones de seguridad le dije que no se identificara, que yo me hacía cargo de la denuncia. Entonces elevé, ese mismo día, el expediente a los efectos de que se investigara la posible participación de oficiales de las fuerzas armadas en la banda terrorista”.

“Me recibió el general Rosas, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Cuando lo leyó me expresó que era una cosa gravísima, que seguramente iba a tener una trascendencia enorme. A los dos o tres días me llama el general [Jorge Rafael] Videla, jefe de Estado Mayor, acompañado por dos o tres generales más del organismo, entre los que estaban Suárez Mason, Menéndez y el mismo Rosas. Me dice entonces que tiene que elevar la denuncia al ministro de Defensa Savino, que era hombre de López Rega, advirtiéndome que podía pasar cualquier cosa. Por supuesto, que decidí seguir adelante con la denuncia. El Comandante General, que era el general Anaya, estaba en ese momento en el extranjero. A su vuelta es citado con urgencia por el ministro, quien le reprocha duramente el tenor de mi denuncia. A los dos o tres días el general Anaya fue relevado del cargo''

(…).

“ (Al día siguiente) Me llamó López Rega a su despacho en Bienestar Social y me preguntó, poniendo detrás de mí a gente armada, por qué lo había denunciado. Casi llorando, juró ser inocente de todo, que lo único que quería era la grandeza de la patria, y que todo lo hacía con ese ideal. No pasó a mayores, pero yo había tomado mis previsiones poniendo a granaderos armados en la puerta del despacho, por lo que pudiera ocurrir”.

“Hasta Massera me felicitó por la denuncia, porque aunque había sido anteriormente aliado con el ministro, se habían peleado. Me convertí entonces en una referencia entre los que habían sido atemorizados por la Triple A, y vinieron a verme varios periodistas y políticos con mucho miedo, y hasta el ministro Benítez, algo inaudito, me contó llorando que lo habían amenazado''.



El coronel Sosa Molina presentó su denuncia ante el juez Federal Penal doctor Teófilo Lafuente quién requirió por oficio al Ejército que indicara el nombre del teniente que descubrió el arsenal de la Triple A., y entregara todos los antecedentes del caso. El general Videla ya era el comandante en jefe de esa Fuerza y guardó silencio sobre el requerimiento judicial. Lafuente se vio obligado a enviar un segundo oficio reiterando su pedido, el cual también obtuvo como respuesta la tozuda negativa de Videla a revelar la verdad. El juez cumplió su deber: envió un tercer oficio al futuro genocida conminándolo a responder bajo apercibimiento de hacerle juicio por desobediencia. Recién ahí el general Videla respondió que no daría los datos requeridos porque,



“se trataba de una operación secreta sobre la cual debía guardarse total confidencialidad”.



Los comentarios huelgan.

Sosa Molina relata luego el triste epílogo de esos episodios:



“El 28 de agosto de 1975 la presidenta María Estela Martínez de Perón, después de una grave insubordinación de los altos mandos desconociendo al comandante general, Alberto Numa Laplane, y en consecuencia la propia autoridad presidencial, designó al frente del Ejército al general Videla, y como jefe de Estado Mayor al general Roberto Eduardo Viola”.



Nadie podrá decir que cito al coronel Sosa Molina por haber sido él un peronista. Su opinión sobre los golpes militares del siglo XX es definitoria y nada amable hacia nosotros:



El único pronunciamiento castrense del siglo ''con alguna legitimidad'', fue la Revolución Libertadora, porque ''en 1955 el gobierno era ejercido mediante prácticas autoritarias inaceptables, que impedían cualquier posibilidad de expresarse a la oposición''. Del resto de los golpes (1930, 1943, 1966, 1976) dice `` que no son para poner orgullos a ningún militar, por fanático que sea''.

Ello le da más credibilidad y valor aún a sus palabras transcriptas antes.

Este relato de Sosa Molina aporta algunos datos que son la clave para entender el drama que se vivió entonces:

1.- La triple A, sin ningún lugar a dudas, fue un operativo militar, pensado y ejecutado por la cúpula del Ejército.

2.- López Rega, sin que ello disminuya su gravísima responsabilidad en esos delitos, era solo un “perejil” que les prestaba a los militares la cobertura política necesaria.

3.- El hecho relatado se produce entre abril y junio de 1975. López Rega es eliminado del gobierno en julio de ese año, pero con posterioridad continúan las atrocidades de la Triple A con más virulencia y frecuencia que antes, ya sin López Rega en el gobierno. Interesa sobremanera la afirmación que hace el propio Bonasso sobre este punto, en su citado libro (pág.614):



“Tras la huida de López Rega y sus policías, la Triple A dejó de operar, pero siguieron apareciendo cadáveres ametrallados y dinamitados. Sin firma. O con el nuevo sello ‘Comando Libertadores de América’”.



4.- Isabel era ajena a esos crímenes infernales porque, según afirma el coronel Sosa Molina:



“…jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable…”



Hay un hecho, casi increíble, que demuestra hasta dónde López Rega y los militares jefes de la Triple A., y luego golpistas, formaban una sociedad muy estrecha. Relata el doctor José Alberto Deheza, ex ministro de Justicia y luego de Defensa de Isabel (pág. 57 de su libro “Isabel Perón: ¿culpable o inocente?”) que, al asumir el general Numa Laplane como Comandante en Jefe, se debió decidir forzosamente el retiro del general Jorge Rafael Videla, a la sazón Jefe del Estado Mayor Conjunto, por ser el primero más antiguo que el segundo. Sin embargo, el general Numa Laplane tardó en disponer ese retiro y, de hecho, no lo hizo durante su corto mandato. La razón es más insólita de lo que parece a primera vista: “Quien más bregó por evitar el retiro de Videla fue Raúl Lastiri, en ese entonces presidente de la Cámara de Diputados”, según relata el doctor Deheza en el libro citado. En realidad, no es increíble, sino bien creíble.



Una reflexión final para esta nota: el rencor de la “izquierda” setentista, que se ha enseñoreado del actual gobierno nacional, es tan grande y ciego que, supongo en forma involuntaria, dieron siempre pretexto a los militares “procesistas” para escudarse en “los decretos de Isabel” en su vano esfuerzo por justificar el genocidio. Hoy más que nunca podemos afirmar que los extremos se juntan, se aman, se justifican mutuamente y… se ayudan. Algo que parece insólito, pero que es totalmente lógico: el libro “El presidente que no fue”, en el que Bonasso ensalza a Montoneros y abomina de Perón, fue presentado por… Mariano Grondona, quien se autotituló “gorila tolerable”… (La Nación, 23-3-97). Creer o reventar.

Hace unos días, el almirante Mendía, tercero en la cadena mandos de la Marina “maserista”, usó ese falaz pretexto (los decretos de Isabel) para justificarse a sí mismo y a todos los oficiales que estuvieron bajo su mando durante los años de plomo. En definitiva, Kirchner lo hizo…, no sólo los ex imberbes irresponsables que amaban los fusiles, hoy barrigudos y calvos.



Buenos Aires, 9 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima y última nota: Perón y el “somatén”… prefabricado



Nota X:

Perón y un “Somatén”… prefabricado



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Miguel Bonasso (comechicos “izquierdista”), en “El presidente que no fue”, y Juan Bautista “Tata” Yofre (comechicos “derechista”), en su libro “Nadie fue”, unidos por el espanto (a Perón) y también por el amor (al gorilismo), juran que, cuando los montoneros asesinaron a Rucci en forma premeditada y alevosa, el General emitió un tal “Documento Reservado”, que fantasiosamente ambos historiamacaneadores denominan como “Somatén”, y que Jacobo Timerman publicó en su diario "derecho-izquierdista" La Opinión el 3-10-73.

La historieta del Somatén fue inventada por el “izquierdista” Bonasso, y usada para sus frívolos escritos por el “derechista” Yofre. Una mano lava la otra, y las dos tratan de ensuciar la cara de Perón.

Según Bonasso (pág.436), Gloria Bidegain visitó al General, junto con su padre Oscar, al parecer, a principios de 1973. En la charla de los Bidegain con Perón habrían estado presentes López Rega y su hija Norma, y “algunos extraños que Gloria no conocía”. Agrega el ex dirigente montonero:



“Perón se volvió hacia don Oscar (Bidegain) y dijo algo extraño, que la jovencita (se refiere a Gloria Bidegain) tardaría años en descifrar:

‘Lo que hace falta en la Argentina es un Somatén’”.



Luego Bonasso, como buen fabulador, relata que:



“Mucho después, la hija de Bidegain creyó recordar que el Somatén había sido un cuerpo represivo no oficial, probablemente creado por Franco que había actuado después de la caída de la República Española. En realidad el Somatén es una institución armada de Cataluña que se remonta al siglo XI, fue reflotada en 1876 por el brigadier Joaquín Mola, y cobró un nuevo impulso en 1923, cuando el general Miguel Primo de Rivera, padre del creador de la falange, encabezó un golpe de estado”.



Y en el colmo de la malicia y la charlatanería, Bonasso saca la conclusión que le conviene para enlodar a Perón:



“La sombra de aquella charla se extendería sobre los cadáveres que la Alianza Anticomunista Argentina sembraría en los bosques de Ezeiza, alimentando una sospecha que Gloria no podría confesarse nunca: la idea de la Triple A no había nacido en la cabeza de López Rega, sino en la del propio Perón”.



No hay que ser muy perspicaz para descubrir el truco del furibundo antiperonista llamado Bonasso, empeñado, como buen montonero resentido con el General, en denigrarlo y manchar su figura. Obsérvese que:

1.- Gloria era casi una adolescente: tenía apenas 20 años y nada sabía de política, tal como el propio Bonasso lo informa poco antes de la parrafada transcripta.

2.- La propuesta de crear un Somatén que, por lo visto, es la “proto Triple A”, la formula Perón nada menos que a Bidegain, quién sería luego uno de los dirigentes de “superficie” de los montoneros. Por lo visto, ¡el General era un bol… incurable!

3.- La jovencita Gloria retuvo en su memoria el nombre Somatén durante años (“tardó años en descifrar”, dice Bonasso), lo cual para una muchacha de esa edad e inexperta en política resulta toda una proeza.

4.- Gloria “creyó recordar (es decir, nada seguro) que el Somatén había sido un cuerpo represivo no oficial, probablemente (tampoco seguro) creado por Franco”. De modo que la memoria extraordinaria de Gloria, que pudo retener durante años esa palabreja, no alcanza sin embargo para recordar si el Somatén era un cuerpo represivo y si lo había creado el dictador Franco. Pero esas vaguedades antojadizas y esos inseguros recuerdos de Gloria, para un historiamacaneador como Bonasso, son suficientes para afirmar que Perón creó la Triple A y que ésta fue la que mató "izquierdistas" en Ezeiza (de paso, olvida que ellos mataron "derechistas" en esa terrible jornada terrorista a dos puntas).

Ahora resulta que la matanza de Ezeiza fue producto del accionar criminal de uno solo de los bandos, y no una carnicería mutua. Y, para colmo de la leyenda farandulesca, ese bando criminal era… la Triple A que, sorteando un imposible metafísico, el 20 de junio de 1973 cometió su primer crimen y cuatro meses después recién nació (según el mismo Bonasso, en octubre de ese año).

Bonasso les ha matado el punto a todos los cuenteros de la historia de la humanidad.



El turno de la farándula.

Juan Bautista “Tata” Yofre es un viejo conocido nuestro, y bien conocido…, dado su permanente histrionismo y su irrefrenable vocación de “divo” de la farándula nocturna de Buenos Aires. El ex presidente Menem, apenas asumió, designó a Yofre como jefe de los espías argentinos, es decir de la SIDE. Luego lo designó embajador en Panamá, posteriormente en Portugal y, para concluir su periplo de esforzado funcionario público bien pagado y respetuoso de la "obediencia debida", "trabajó" como asesor presidencial del inventor del neoliberalperonismo hasta 1998. De ese modo, el “Tata” se las ingenió para estar nueve años al servicio de Menem, en cargos en los que uno se entera de todo lo que se está cocinando en el gobierno, de los “chanchullos” especialmente, pero nunca vio nada… al menos nunca lo contó en un libro. Nadie sabe el motivo de ese extraño silencio, siendo como es el "Tata" un verborrágico de la farándula porteña. Hablo con conocimiento de causa: yo también fui embajador y asesor presidencial de Menem, hasta que en 1992 me dejaron cesante (me negué a renunciar) porque no quise callarme cuando me enteré de "ciertas cosas"... las mismas cosas que seguramente conoció Yofre.

Pero hace tres o cuatro meses, Yofre sufrió una extraña y acuciante urgencia: tenía que escribir un libro inventando calumnias contra Perón, ¡justo cuando un irresponsable juez de Mendoza ya se aprestaba a inventarle crímenes a Isabel! ¿Por qué? ¿Poder de adivinanza y anticipación, o funcionalidad con una campaña orquestada? Tratándose de una personalidad tan seria como Yofre, cuyo libro prologa nada menos que Bernardo Neustadt, la respuesta no es difícil, pero sí peligrosa de pronunciar…

Y hete aquí que ¡justo, justo!, el diario Ámbito Financiero decide pedir a Yofre que escriba dos notas… siempre para enlodar a Perón, o tratando en vano de hacerlo.

Dediquemos unas líneas a divagar sobre las dos notas escritas por el hitoriamacaneador Yofre en Ámbito Financiero (11 y 12 de enero de 2007).

Como buen extremo de un lado, Yofre se abraza al extremo del otro lado y parte, para redactar su fantasía, de las “enseñanzas” de Miguel Bonasso. Para ello el inventor de “derecha” transcribe, como si fuera la Biblia, el párrafo íntegro del inventor de “izquierda”:



“Perón se volvió hacia don Oscar (Bidegain) y dijo algo extraño…”



El segundo cuentero, a continuación, le enmienda la plana a su maestro: en lugar de colocar el origen del Somatén en el siglo XI, se muestra un poco más modesto en historia y jura que la idea fue del teniente general Alejandro Agustín Lanusse, quién, siempre según el eximio historiador Yofre, “la lanzó en presencia del general Alberto Samuel Cáceres, jefe de la Policía Federal”.

Yofre cita a continuación a un tercer hitoriamacaneador, el periodista Marcelo Larraquy quien, dice el “Tata”,



“En su biografía sobre López Rega, relató que la obsesión de Perón era liquidar al Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP, y que ‘en diciembre de 1973 le había propuesto a (Rodolfo) Galimberti conducir un grupo de represión ilegal contra la guerrilla marxista’”.



En este caso, el alumno Larraquy, discípulo del alumno Yofre, le mató el punto al maestro de ambos, Bonasso, en cuanto a la envergadura del bolazo histórico transcripto. Hasta el propio Yofre estima prudente despegarse de su alumno Larraquy y reconoce que:



“el dato parece confuso…porque para ese diciembre de 1973…Galimberti estaba replegado sobre las extrañas de la ‘orga’ Montoneros (en la Columna Norte), como consecuencia de su traspié al anunciar la formación de ‘milicias populares’ en abril de ese año, provocando la furia del propio Perón”.



De todos modos, el inventor Yofre se olvida de que, en diciembre de 1973, Galimberti estaba “replegado” no sólo por su alocada propuesta de las mmilicias populares, sino porque Montoneros ya había enfrentado abiertamente a Perón al asesinar dos meses antes a Rucci. Es que para el insigne historiador Yofre, la Triple A cometió crímenes bastante antes de nacer, y Montoneros seguía al lado de Perón después de haberse separado de él… Cosas de la fantasía de un frívolo, metido a historiamacaneador porque… ¡vaya uno a saber por qué!

Pero, como entre bueyes no hay cornadas, el inventor Yofre trata de salvar la ropa de su alumno Larraquy, y concluye:



“De todas maneras, hay que tener en cuenta que Larraquy escribió una extensa biografía de Galimberti y de allí que haya podido escuchar una confidencia del propio dirigente Montonero”.



En definitiva, Larraquy asegura, y a Yofre le parece posible al menos, que Perón, en el colmo de la estupidez humana, en diciembre de 1973 (insisto, dos meses después del asesinato de Rucci por Montoneros, y también dos meses después de la declaración pública de la dupla Montoneros-FAR sobre su ideología marxista) haya encargado al dirigente montonero Rodolfo Galimberti “la represión ilegal de la guerrilla marxista”. O Perón estaba loco, (y no lo estaba, con toda seguridad), o estos dos historiamacaneadores han llegado mucho más lejos que su maestro Bonasso, y nos están tomando el pelo.



Buenos Aires, 11 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima mota: Para ser secreto tiene que ser público

Nota curiosa, pero no tanto: Uno de los oradores que presentaron el libro "EL presidente que no fue" del "izquierdista" Bonasso, cuando apareció en 1997, fue el "derechista" Mariano Grondona (La Nación, 23-3-97). Dios los cría, y la "peronofobia" (o los que pagan para que sean "peronofóbicos") los une. ¿Me entiende, doña Soledad? Usted se puede morir. Eso es cuestión de salud. El asunto es saber quién paga el ataúd... perdón, el sueldo de los "peronofóbicos" (y perdón Zitarrosa).

Nota XI:

Para ser secreto tiene que ser público



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



El insigne historiamacaneador Juan Bautista “Tata” Yofre, en un esfuerzo por emular a un personaje del “Negro” Alberto Olmedo, pero con menos gracia…, dedica una buena parte de sus notas de Ámbito Financiero a comentar un supuesto y truculento Documento Reservado que Perón, dominado por alguna fiebre extraña que el “Tata” no menciona, habría difundido ante casi un centenar de personas… a pesar de ser secretísimo y confidencial… En ese Documento, siempre según Yofre, de fines de setiembre de 1973, Perón ordena asesinar a todos los montoneros, pero lo hace leer ante cinco gobernadores pro montoneros… que iban a ser asesinados… en secreto, y que asistieron como invitados de honor a la Salamanca descripta por el “Tata”. ¡Otra tomadura de pelo del historiamacaneador que nos ocupa! Veamos.



El Documento Reservado

Siempre según el “Tata”,



“El Acta Fundacional de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) es del 1 de octubre de 1973, seis días más tarde del asesinato de José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT, durante una reunión que presidió el propio General Perón como presidente electo de la Nación, y la presencia de Raúl Lastiri (presidente interino); los ministros del Interior, Benito LLambí, y de Bienestar Social José López Rega; el Senador Nacional y Secretario General del PJ, José Martiarena; y los gobernadores, sin excluir a los cinco que estaban enrolados en la tendencia revolucionaria, y los vicegobernadores”.



En esa reunión se habría leído



“un Documento Reservado que fijaba directivas para terminar con el ‘entrismo’ de la izquierda”.



Perón (a simple título de jefe del Movimiento pues, insisto, aún no era presidente), alrededor de esa época, efectivamente dio directivas internas al Movimiento para evitar la acción disolvente de los montoneros que ya he descripto.

La trampa de Yofre consiste en no aclarar con precisión que eran directivas internas y tergiversar las palabras de Perón, para hacer creer que la orden era matar montoneros. Para ello, el “Tata” recurre al ardid de hacer hablar a un “oficial retirado del Ejército, especialista en cuestiones de inteligencia y estrategia, cuyo nombre no puedo revelar por razones de seguridad”… ¡El truco es viejo, “Tata”! ¡Demasiado viejo!

Según ese misterioso “especialista”:



a) Donde el Documento (de muy dudosa existencia) afirma:



“…la agresión de los grupos marxistas-terroristas en forma sistemática importa una guerra desencadenada contra nuestra organización y dirigentes… y tilda a los montoneros de enemigos…



debe interpretarse que Perón está ya justificando su matanza.



b) Donde dice:



“Ese estado de guerra… no puede ser eludido y nos obliga… a atacar al enemigo en todos sus frentes y con la mayor decisión…



c) Donde el supuesto Documento anuncia que:



“Se organizará un sistema de inteligencia al servicio de esta lucha.



El General está creando “estructuras de Inteligencia paralelas a las institucionales del país”.



d) Donde recomienda:



“Utilizar todos los medios que se consideren eficientes en cada lugar y oportunidad”…



Perón está hablando de matarlos…



e) Donde el Documento ordena:



“Los compañeros peronistas en los gobiernos nacional, provincial o municipales deberán participar en la lucha, haciendo actuar a todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor.



El “especialista” interpreta que: “Eso puede ser considerado como un antecedente documental de los decretos que dos años más tarde involucraron a las FF.AA. en la lucha contra el terrorismo”.



Lo más arbitrario y desopilante es que el ”especialista” ignoto, sin otras pruebas o indicios que las antojadizas interpretaciones citadas, saca la siguiente “Conclusión general” (que el “Tata” acepta con gusto) :



“En ese marco, las Tres A constituyeron el instrumento paralelo del gobierno peronista que se resistió a ser trasvasado ideológicamente y a ceder el espacio de poder disputado y ganado en las urnas. Constituyó una respuesta oficial, apreciada como necesaria, aun en la forma, a los grupos terroristas que enfrentaban el gobierno y la sociedad.



Y la remata “dignamente”:



Este documento analizado podría ser definido como la ‘partida de nacimiento’ de la Triple A., oficializado directamente por el General Perón con la aprobación de los máximos dirigentes del movimiento”.



Lo que antecede es de una enorme malicia y de mucha mala fe. Nunca las Tres A fueron “el instrumento paralelo del gobierno peronista”, sino que, como ya he demostrado fehacientemente, fueron creadas, dirigidas y operadas por los futuros golpistas genocidas, comandados ya por el general Videla, en ese entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto. Un ministro, López Rega, les prestó cobertura política, haciendo las veces de “perejil”, aunque con una terrible culpabilidad personal. De ahí, a decir que “la Triple A fue instrumento del gobierno peronista”, hay un abismo que el historiamacaneador y el “especialista” rellenan con bastante hipocresía y no menos rencor.



Nadie se opone a que los jueces argentinos investiguen con libertad total. Al contrario, el criterio de justicia que todos llevamos impreso en nuestro interior, y el legítimo reclamo de los deudos a que se sepa quiénes fueron los culpables y se los castigue condignamente, exigen que la investigación de los actos terroristas siga adelante hasta el final. Lo que sí tenemos derecho a pretender, y vamos a reclamar su cumplimiento siempre, es que se investiguen todos los crímenes terroristas, especialmente los cometidos durante nuestro gobierno constitucional, y no sólo los de un sector, y que no se aproveche la investigación para manosear prejuiciosa y calumniosamente la imagen de personas que han sido intachables, como Perón e Isabel.

Los peronistas ya tenemos larga y triste experiencia de cómo sus enemigos enlodan a Perón con calumnias groseras. Al poco tiempo, como siempre sucede, la verdad prevalece y la maniobra vil queda al descubierto, pero los “peronofóbicos”, como dominan la prensa nacional (y sus socios mayores del extranjero, dominan la internacional), dan amplia publicidad a la calumnia y apenas si mencionan en la página 19 ó 27 y con letra chiquita la verdad descubierta posteriormente.

En 1955, la CIA norteamericana preparó un informe tan “verídico” como el de las armas de destrucción masiva de Irak y el de las “células dormidas” de nuestra Triple Frontera. En ese informe, el gobierno norteamericano trataba de demostrar la cuadratura del círculo: que Perón había sido un agente nazi y que había traicionado a su propio país. El brulote fue usado como uno de los pretextos para derrocar al General ese año. Un radical gorila, el diputado nacional Silvano Santander, pagado por la CIA, puso su firma a ese cuento y así se editó un libro llamado “Técnica de una traición”. Dos años después, Arturo Jauretche publicó su libro “Los profetas del odio”, en el cual demostró en forma irrebatible que el libelo firmado por Santander no era de Santander sino de la CIA, y que se trataba de una mentira completa y grotesca. Sucedió lo de siempre: el libro de Santander gozó de una publicidad descomunal, y la desmentida de Jauretche no fue publicada ni en un periódico de barrio.

Para la misma época tuvimos otro ejemplo de esta sibilina y canallesca forma de calumniar. La dictadura de Aramburu y Rojas promovió juicio penal contra Perón por los gravísimos y socialmente descalificantes delitos de violación y perversión de menores. Se lo acusó de haber mantenido relaciones sexuales con una menor llamada Nelly Rivas. Se lo condenó y, tanto el proceso como su final, tuvieron la imaginable publicidad. Con el tiempo, y una vez que regresó la libertad de expresión a la Argentina, la propia Nelly Rivas y su familia desmintieron las acusaciones. Pero, tales desmentidas no se publicaron, y ya sabemos que lo que no se publica “no existe”.

Con la actual campaña de calumnia contra Perón e Isabel sucederá otro tanto: las calumnias han gozado del favor de toda la prensa nacional y extranjera. Cuando el Estado Nacional, ante el abismo del papelón mundial que podemos pasar, “cajonee” los expedientes judiciales abiertos por dos jueces irresponsables y funcionales, nadie lo publicará. Y si el gobierno continúa con su aventura de solicitar la captura internacional de Isabel y de extraditarla, cuando España niegue la extradición, como lo hará con toda seguridad, tendremos que revisar minuciosamente cada diario para encontrar esa noticia.

Esa es la técnica de la difamación y de la calumnia, que comenzó a usar la CIA en 1955, y concluye usándola hoy un gobierno “peronista”.



Los absurdos del señor “Tata” Yofre

El señor Yofre, aventajado discípulo del señor Bonasso, comete algunas incongruencias tan groseras que no puedo pasar por alto.

1.- Nos quiere hacer creer que Perón, siendo General de la Nación, destacado estratega e historiador militar, reconocido como un hábil político con treinta años de experiencia en esa materia, cometió la chiquilinada (más parecida a una estupidez) de difundir un “Documento Reservado” (mejor dicho, reservadísimo, ultra-secreto y más que confidencial y comprometedor) en una reunión multitudinaria: la plana mayor del PJ y del Movimiento, todos los gobernadores y no sé si algunos periodistas (porque a ese manoseado documento lo publicó el diario “La Opinión” de Jacobo Timerman).

2.- Pero el más truculento de los absurdos de Yofre, como ya expresé, no es la multitud ante la cual él dice que se leyó el Documento, sino que jura que en esa muchedumbre estaban los cinco gobernadores que respondían de una u otra manera a Montoneros… a los cuales se ordenaba asesinar.

3.- Remarco que, según este insigne historiador, el Documento Reservado es anterior al 2-10-73, fecha en que lo publicó “La Opinión”. Pero resulta que Perón, según he demostrado con citas de autores intachables en este caso, entre octubre y su muerte ofreció más de una vez a los Montoneros reincorporarse al Movimiento y darles generosos espacios políticos. ¿Cómo se compagina ese ogro que pinta el “Tata”, con el Perón real, el casi paternal que invita a los hijos pródigos a volver al hogar común, incluso luego de que éstos insultaron a su propia esposa.



Y ahora mi propia conclusión general: si todas las acusaciones contra Perón son como las de Bonasso, Yofre y la del “especialista”, podemos dormir tranquilos: el General fue un gran tipo que nunca sacó los pies del plato, y cumplió su propio lema “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.



Buenos Aires, 13 de febrero de 2007

Juan Gabriel Labaké

Próxima nota: Una ley fundamental jamás aprobada
Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota XII:

Una ley fundamental jamás aprobada



Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



Por gentileza de los funcionarios y empleados de la Dirección de Información Parlamentaria del Congreso de la Nación (que agradezco vivamente), acabo de obtener fotocopia del trámite legislativo que se le dio al proyecto de ley de Isabel y su Gabinete sobre “Régimen para la Defensa Nacional”.

Ese proyecto ingresó a la Cámara de Diputados el 21 de octubre de 1975, y fue girado a las Comisiones de Defensa Nacional, de Asuntos Constitucionales y de Legislación Penal. Las comisiones lo aprobaron por amplia mayoría (el bloque del FREJULI y algunos más) mientras el grueso de la oposición formuló sólo objeciones parciales. El dictamen de la comisiones ingresó al plenario de la Cámara el 19-11-75. Durante el muy extenso y exhaustivo debate (abarca nada menos que 298 páginas del Diario de Cesiones, y no quedó punto sin analizar a fondo), el miembro informante, diputado José Luis Lazzarini, fundamentó el dictamen de mayoría con la solvencia de un profesor de Derecho Constitucional, como lo era en efecto. Y con una paciencia digna de Job, respondió y rebatió inacabables y muy repetidas objeciones de la oposición. Hay pasajes en donde resulta tediosa la lectura de este debate porque los opositores repetían cinco y hasta seis veces la misma objeción, a pesar de haber sido respondida debidamente por Lazzarini desde el principio.

El debate giró fundamentalmente sobre la cuestión de cuál de los Poderes del Estado debía declarar una “zona de emergencia” en caso de conmoción interna grave (todos sabían que se refería al accionar guerrillero), en la que podrían actuar las Fuerzas Armadas. La oposición argumentaba que debía ser el Poder Legislativo, pero Lazzarini demostró en forma inatacable que debía hacerlo el Poder Ejecutivo, por razones constitucionales y de rapidez, informando de inmediato al Congreso para que éste pudiera actuar y tomar las medidas que considerare oportuna, incluida la anulación de lo dispuesto por el Poder Ejecutivo.

Además, y para mayor garantía de los derechos de quienes fueran tomados prisioneros, la ley disponía que, aun en las “zonas de emergencia”, seguiría actuando el Juez Federal competente con todas sus facultades legales.

La ley de Defensa Nacional tuvo media sanción de la Cámara de Diputados en esa cesión del 19-11-75. Pero pocos días después sucedieron acontecimientos que perjudicaron enormemente al país: con una terquedad inaudita, la oposición, que ya sumaba a los 34 rebeldes del Grupo de Trabajo, amenazó con incluir en ese período de sesiones extraordinarias el juicio político contra Isabel.

La facultad de decidir qué temas deben tratarse en las sesiones extraordinarias había sido tradicional y legalmente del Poder Ejecutivo. Pero en esa oportunidad, la oposición (con los 34 comprometidos en la maniobra) argumentó que los legisladores podían incorporar otros temas, con el declarado objetivo de iniciarle juicio político a Isabel.

Para evitar sorpresas, el Poder Ejecutivo se vio obligado a clausurar el período de sesiones extraordinarias, y reabrirlo el 24-2-76 con un acotado temario, que incluía esa Ley de Defensa Nacional. Como ya tenía media sanción de Diputados, el proyecto ingresó directamente al Senado para su aprobación definitiva. Pero, por motivos que nadie ha sabido explicar con precisión, el Senado no llegó a iniciar su tratamiento en ese mes que aún restaba para el golpe del 24-3-76. Es cierto que en esos treinta días finales vivimos un clima de verdadero terror por los rumores que lanzaban las propias FF.AA., y las tremendas presiones de civiles y militares para que entregáramos la cabeza de Isabel. Pero, de cualquier forma, dicha ley era tan importante para el país, que nada justifica el silencio del Senado durante ese mes que fue clave en nuestra historia.

No pretendo cargar culpas sobre nadie, pero este episodio de la Ley de Defensa Nacional y su periplo parlamentario es por demás sugestivo. Lo real es que en ese proyecto de ley figuraban, con toda claridad, los recaudos que el Poder Ejecutivo propuso tomar para que, en la lucha contra la subversión terrorista, no pudieran cometerse excesos y, menos, aberraciones. Y también es real que ese proyecto de ley lleva la firma de Isabel y todo su Gabinete, que la Cámara de Diputados le dio media sanción, y que en el Senado estuvo “dormido” durante 30 días. Obviamente, la dictadura militar no tuvo ningún interés en sancionar esa ley luego del golpe.

Quizás la transcripción cronológica de los hechos acontecidos en esos últimos meses de infarto para nosotros arroje alguna luz sobre tal aparente misterio:



* El 21 de octubre de 1975, el Poder Ejecutivo envía al Congreso el vital proyecto de Ley de Defensa Nacional.

* El 19 de noviembre de 1975, a menos de un mes de haberlo recibido, la Cámara de Diputados logra su aprobación en tres comisiones (Defensa, Asuntos Constitucionales y Asuntos Penales; aclaremos que los proyectos de ley deben ser tratados y aprobados en cada Comisión por separado), y lo trata “in extenso” (298 páginas del Diario de Sesiones) en el plenario, para aprobarlo ese mismo día. Insisto, todo en menos de un mes.

* Inmediatamente arrecia la campaña de la oposición y de los 34 obstruccionistas del Grupo de Trabajo para intentar destituir a Isabel por juicio político, ya que ella no aceptó renunciar ni “bordaberryzarse”, como pretendían los militares golpistas y reclamaba toda la oposición (la externa y la interna) en forma reiterada y durísima, como he demostrado ya.

* Ante ello, el Poder Ejecutivo se ve obligado a clausurar el período de sesiones extraordinarias.

* El general Videla, con el proyecto de Ley con media sanción y pronto a ser enviado para su aprobación definitiva, se apresura a arrogarse facultades de virtual presidente de la Nación y pronuncia su mensaje de Navidad con una clara amenaza al gobierno: “si no haya cambios (de presidente, con la renuncia de Isabel o el juicio político, obviamente), las Fuerzas Armadas sabrán cumplir con su deber”…

* El 24 de febrero de 1976, el Poder Ejecutivo re-envía al Congreso el proyecto de Ley de Defensa Nacional, que entra directamente al Senado.

* El Senado no tocó siquiera ese proyecto en los 30 días subsiguientes. En 30 días, recuérdese, Diputados pudo completar el trámite a pesar de una oposición más numerosa, que contaba además con la inestimable ayuda del Grupo de Trabajo.

* El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas dieron el golpe fatídico, sin ley alguna que regulara la Defensa Nacional, aunque, obviamente, de existir dicha ley no la habrían respetado.

La tragedia pudo evitarse. ¿Quién se opuso a ello?



Este claro y decisivo proyecto de Ley de Defensa Nacional debe sumarse a las ya numerosas y sólidas pruebas que demuestran la inocencia de Isabel respecto de los terribles crímenes cometidos antes y después del golpe militar.

Y recordemos: por segunda vez en seis meses (el 7-7-75, con el decreto 1.800, y el 21-10-75 y 24-2-76, con este fundamental y definitorio proyecto de ley), Isabel promovía una norma para evitar excesos y aberraciones por parte de los militares.

Y, sin embargo, todavía hay dos jueces que la acusan de haber autorizado la matanza ilegal, y piden su captura internacional... bajo un gobierno “peronista”…

¿Por qué? Ése será el tema de la última nota de esta serie.



Buenos Aires, 15 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

Próxima y última nota: ¿Por qué Perón? ¿Por qué Isabel?
Serie: Han convocado a los espíritus. ¿Sabrán conducirlos?



Nota XIII - Final:

¿Por qué Perón? ¿Por qué Isabel?





Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telered.com.ar



A la media noche del 2 de julio de 1974, mientras ocho o diez diputados nacionales esperábamos nuestro “turno” para hacer guardia ante el féretro del General en el Salón Azul, escuchamos la voz de un agorero:



“Muerto el General, ahora cada uno vale por el quiosco que tiene”.



Esa noche terminé de comprender el papel que quería y debía cumplir Isabel para nosotros y, desde entonces, he trabajado 33 años para ayudarla a lograrlo, porque cuando mandan los quioscos no hay grandeza ni política nacional.

Guste o no a algunos sectores de poder, el peronismo desde su creación ha vertebrado a la Argentina, ha sido su estructura ósea. Por eso los fracasos del peronismo se han transformado en fracasos de la Argentina. Y por eso también nuestro Movimiento ha contagiado al país sus éxitos, sus virtudes, sus defectos y sus luchas internas. Excede en mucho a la extensión de estas notas el análisis detallado de este fenómeno que existe por sobre los deseos de enemigos, amigos y “tropa propia”. Es, simplemente, la realidad que, en un futuro libro que espero publicar muy pronto, tendrá el tratamiento adecuado.

Mientras el peronismo fue peronista, el pensamiento de Perón se impuso internamente a tirios y troyanos. Un pensamiento en donde el lugar central, la clave de bóveda, era la convicción inamovible del General de que la Argentina merecía y podía lograr un destino de grandeza, un lugar propio en el mundo, con un camino propio a recorrer y con un pueblo, para decirlo con sus propias palabras, feliz. De esa idea dominante en Perón surgieron las tres banderas y la Tercera Posición (que, como meta, sigue tan vigente como siempre en cuanto significa una política internacional propia e independiente).

Recuerdo, que mientras estuve preso en el barco 33 Orientales (desde el 24-3-76 al 19-7-76) junto con otros 35 compañeros, casi todos ex funcionarios del gobierno de Isabel, un teniente de fragata, hijo de ingleses, mantuvo conmigo un diálogo revelador:



“Ustedes los peronistas tienen un defecto: creen que la Argentina puede ser patrón de estancia, cuando sólo puede ser mayordomo”.



Creo que nadie ha definido el fondo de la cuestión política argentina más gráficamente que este oficial de la Armada Argentina, hijo de ingleses. No desde 1945, sino desde 1806 (primera invasión inglesa), y más nítidamente desde 1811 en que comienza a actuar don José Gervasio de Artigas, nuestro país se debate entre ser patrón de la estancia o sólo su mayordomo. La genialidad de Perón fue poner en blanco y negro esa disyuntiva de hierro, bautizarla (“liberación o dependencia”) y darle un contenido concreto (las tres banderas y la Tercera Posición).

Desde hace treinta años, la Argentina se ha conformado con ser sólo mayordomo y, por eso mismo, vegeta como una nación invertebrada, tal como don Miguel de Unamuno definió a España a principios del siglo XX.

La columna vertebral de la Nación moldeada a partir de 1945, y hasta nuestro derrocamiento en 1976, fue ese pensamiento fundamental de Perón y fundacional del peronismo, a pesar de todos los vaivenes, derrotas parciales, ataques de los adversarios y claudicaciones nuestras. La primera en comprender que estaba en peligro esa columna vertebral de la Argentina fue Isabel, una vez repuesta de sus “achaques” físicos y anímicos (octubre/noviembre de 1975), originados todos en una viudez que para ella fue múltiple (“Con la muerte del General, yo perdí al marido, al amigo, al asesor y guía, al conductor político, al presidente de mi país y al jefe de mi Movimiento”, me dijo alguna vez en la soledad de Madrid).

Esa terrible viudez fue la que la llevó a ofrecer su renuncia, una semana después de la muerte de Perón, en una reunión más de amigos que oficial: su Gabinete, los tres comandantes de las FF.AA., la 62, la CGT, y su adversario-amigo doctor Balbín. No se sentía con fuerzas y sabía que la Argentina podía seguir vertebrada por aquel pensamiento de Perón, aún si ella se alejaba de la presidencia. Por otro lado, las FF.AA estaban comandadas por un general leal, y no se observaban síntomas de que los antiguos proscriptores y futuros dictadores pudieran coparlas. En esas condiciones un nuevo presidente, elegido por consenso, podía continuar la tarea que suspendió la muerte el primero de julio de ese año.

A fines de 1975, al regresar de su descanso en Ascochinga, la situación había cambiado radicalmente. Ella se había sobrepuesto ya a todas las pérdidas de su viudez, y quienes pedían su renuncia lo hacían, no para conservar sino para destruir la estructura ósea de la Nación. Y, entonces, su actitud también dio un vuelco de campana: su firmeza, casi terquedad, para rechazar los pedidos de renuncia tuvieron en ella una motivación clarísima y salvaron, entre otras cosas, nuestra dignidad como Movimiento y como Nación, y la posibilidad de continuar con el modelo de país diseñado por el General.



“No he renunciado ni pienso renunciar. No he solicitado licencia ni lo haré… El pueblo sabe dónde están sus enemigos”, les gritó en la cara a los golpistas y a sus socios que pedían la renuncia presidencial, el 5 de noviembre de 1975 desde el sanatorio donde reponía su frágil estado de salud.



“No voy a renunciar aunque me fusilen, porque hacerlo es claudicar y traicionar el legado que me ha dejado Perón”, les respondió, casi les espetó, el 18 de febrero de 1976 a los buitres que revoloteaban sobre lo que ellos consideraban un pronto bocado.



“Yo sé que me quieren sacar de la presidencia para destruir las chimeneas que levantó Perón”, proclamó públicamente desde la CGT veinte días después.



La derrocaron, la secuestraron en el Mesidor y otros reductos, la vejaron moral y físicamente, la calumniaron, la mandaron al exilio, destruyeron su salud, la traicionaron, pero jamás la vencieron en su interior. Y esa actitud de Isabel, posterior a su derrocamiento, salvó la dignidad de la Argentina y del peronismo por segunda vez.

Hoy, Perón está muerto físicamente, e Isabel ha renunciado definitivamente a la política hace años. ¿Por qué entonces se los ataca todavía? Porque, mientras se mantenga la memoria colectiva sobre la obra de Perón y, especialmente sobre su pensamiento político arriba expresado, que es lo único que queda de él como legado histórico, y mientras Isabel mantenga la imagen de haber sido quién salvó la dignidad del país y del peronismo para que no muriera ese legado de Perón, sus enemigos, que son nuestros enemigos, no podrán dormir en paz.

En esa tarea de destrucción, tales enemigos hoy están unidos, como siempre. Cuenta Martín Sivak (“El Doctor-Biografía no autorizada de Mariano Grondona”, Ed. Aguilar, Buenos Aires, 2005) que el diario La Nación, luego de la caída de Perón en 1955, reunió un equipo de jóvenes redactores políticos “acorde con los tiempos”: José Claudio Escribano, Tomás Eloy Martínez, Mariano Grondona, Jacobo Timerman e Hipólito Solari Yrigoyen. ¿Qué tenían en común los tres primeros (notorios “derechistas”), con los dos segundos (sedicentes “izquierditas”)? Su “peronofobia”. Igual que hoy.

El Perón carnal murió el 1º de julio de 1974. Ahora quieren matar al Perón político, al mito y al sueño que sobrevive, es decir a la estructura ósea de la Argentina, la que le dio consistencia durante medio siglo y parió un proyecto de futuro a perseguir permanentemente. Quieren destruir ese proyecto de futuro, para lo cual tienen que matar el recuerdo de su creador, y la imagen de quién, con todas las limitaciones y debilidades físicas del caso, fue su última y aún viviente portaestandarte.

Porque las pocas o muchas condiciones que Dios le dio a Isabel (físicas, anímicas y de capacidad de conducción) no es el fondo de la cuestión. Ella nunca fue una conductora política nata, ni siquiera una hábil política. Lo suyo fue, es y será algo más profundo y duradero: la garantía de fidelidad del peronismo a aquel pensamiento básico de Perón (fundacional de la Argentina moderna) y la prenda de unidad de los peronistas. Por eso, el día que la dirigencia peronista, en un acto suicida, pactó con los militares para que ella quedara inhabilitada políticamente y exiliada en Madrid, hasta que “cocinaran” la fórmula presidencial (septiembre/octubre de 1983), ese día, digo, comenzó la decadencia política y la degradación moral del peronismo, hasta transformarse en este conglomerado de caciquejos ambiciosos y sin códigos morales ni políticos, tal como lo contemplamos hoy con horror y pena.

Al traicionar a Isabel, terminaron de matar a Perón, al único Perón que quedó vivo después del 1º de julio de 1974, y el único que interesa para el futuro: su pensamiento fundamental, la estructura ósea de la Argentina que nos legó. Con la “agachada” de setiembre/octubre de 1983, también destruyeron los pilares que sostienen a todo movimiento de liberación nacional y redención social: su idealismo y su conducta moral y ética. Es que cuando se pierde la lealtad y la dignidad una vez, se destruyen los ideales y los principios para siempre.

Y ése es el fondo de nuestro drama actual: el peronismo ya no es, como lo definió Perón acertadamente, “un conjunto de ideales y principios morales y políticos”, sino una cooperativa de intereses grupales y personales sin grandeza ni razón de ser.

La única esperanza que le queda al peronismo y, si se me permite este aparente sectarismo, a la Argentina es que permanezca viva la posibilidad de salvar la estructura ósea, el pensamiento fundamental de su creador, porque lo otro ya murió definitivamente. Eso lo sabemos nosotros, y también lo sabe el enemigo.

Isabel es el último recuerdo que queda de aquéllo que fue. Si la destruyen ante el corazón de los argentinos, habrán destruido, quizá por mucho tiempo, la posibilidad de reconstruir la Nación y a su pueblo alrededor de la columna vertebral legada por Perón.

En la historia moderna hay un ejemplo de lo que acabo de exponer sobre el valor simbólico de Isabel: Gran Bretaña llegó a ser el gran imperio del mundo durante el siglo XIX (en el siglo XX solo recorrió el camino de la decadencia). Ese verdadero siglo de oro lo lograron los ingleses gracias a los setenta años de reinado de la nada graciosa majestad Victoria. Según indican todos los datos, Victoria era una reina políticamente inútil, incapaz, voluptuosa y dominada por la pasión carnal. Cuentan que la mayor obligación del primer ministro era conseguirle un amante de su agrado para cada noche. Pero esa obesa reina, disipada y frívola, incapaz de conducir un club de barrio, fue el símbolo alrededor del cual se unieron los ingleses para engrandecer su Nación y dominar al mundo como lo hicieron.

Isabel tiene muchas, muchísimas más condiciones que la reina Victoria, que no sabía dónde ubicar en el mapa a Nueva Dehli o Kuala Lumpur (dos “perlas” de su Imperio), y le costaba hacerlo con Liverpool y Manchester. Y en la faz moral, la diferencia de la nuestra sobre la británica es abismal. La viuda del General pudo y debió haber sido el símbolo y la garantía que nos marcara el rumbo. El odio de nuestros enemigos y la necedad y pequeñez de espíritu de la mayoría de nuestros dirigentes rompieron el sueño.

Y algo más: defender a Isabel hoy es aferrarnos a nuestra propia dignidad, porque no es de gente bien nacida abandonar al amigo en desgracia, y menos a quien fue presidente de la Nación y jefa del Movimiento. Cuentan que, cuando una partida del gobierno legítimo mató al general Juan Lavalle en Jujuy, y a pesar de que murió por la locura de invadir su propia patria, pagado por los franceses que bloqueaban el puerto de Buenos Aires, sus soldados, criollos al fin, llevaron su cadáver (y, cuando no pudieron más, sólo sus huesos) a lomo de caballo hasta Bolivia, para que no fuera mancillado por sus enemigos. Esos soldados habían comprendido que, cuando se permite el manoseo de quien sufrió y luchó por nosotros (aunque sea el de su cadáver), lo que se pierde es la propia dignidad, el respeto a sí mismo, algo muy difícil sino imposible de recuperar.

Treinta años después sigo pensando que los esfuerzos que hicimos unos pocos dirigentes peronistas (con la colaboración de un puñado de amigos no peronistas) para defender a Isabel y mantener aquel sueño, aún a costa de la incomprensión de propios y extraños, estuvieron y están plenamente justificados y, debo confesarlo, son la base de mi tranquilidad de conciencia actual y, ¿por qué no?, del orgullo con que llevo mis años maduros.

También creo que esos esfuerzos fueron el motivo para que, en estas tres décadas, hayan tratado de denigrarnos motejándonos despectivamente de “ultraverticalistas”, y nos hayan condenado, aunque en vano, al más duro y cerrado ostracismo.

He ahí el motivo real de estas trece notas que, si Dios lo permite, se ampliarán rápidamente hasta completar un libro de pronta aparición. He querido que el título de ese libro sea “No jodan con Perón”, en homenaje al gremialismo peronista que, con todos los errores y defectos que se le quiera achacar, sigue siendo la columna vertebral del Movimiento. De la misma manera que Lorenzo Miguel, con todos sus pro y sus contra, fue el dirigente clave para apuntalar a Isabel en los últimos tramos de su gobierno, y salvarnos de la vergüenza y del oprobio, hoy sus sucesores han plantado una pica en Flandes a cuyo derredor puede comenzar la construcción del futuro sobre la base del pensamiento de Perón.

Ello será posible sólo si los peronistas recuperamos nuestra dignidad y retomamos nuestra misión histórica y, como en 1945, podemos contagiar al país nuestros ideales y nuestros principios políticos y morales, hoy abandonados en el arroyo.

Si estas trece notas y el libro que las seguirá sirven en alguna pequeña medida para iniciar esa tarea, me tendré por muy bien servido.



Buenos Aires, 17 de febrero de 2007.

Juan Gabriel Labaké

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